SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

24 de junio de 2012

ÉTICA Y POLÍTICA


El hombre es un ser libre, con capacidad de autodeterminación, es decir, capaz de obrar luego de una libre elección. Esta elección se lleva a cabo como resultado de un conocimiento que define el carácter de una conducta, ya que está vinculado con una conciencia moral que aprueba o desaprueba un determinado acto.
Tanto la moral, como el derecho y los usos sociales, forman parte de un todo mayor: la ética. Hablar de ética es hablar del bien y del mal. La ética no es una abstracción, es el otro. Cada acto está obrando directa o indirectamente sobre una vida: "Nunca se roba algo, se le roba a alguien".
La moral hace referencia a aquellas pautas interiorizadas por el individuo quien se las autoimpone no como obligación sino como necesidad, por el simple hecho de provenir o formar parte de "lo bueno".
El derecho es el conjunto de normas emanadas por un órgano competente. Las mismas constituyen una prescripción, o sea la imposición de la voluntad de la autoridad normativa sobre la voluntad del sujeto o destinatario.
Los usos sociales recogen comportamientos deseables y aprobados por una comunidad, es decir costumbres sociales. Son normas consuetudinarias.
El hombre, por naturaleza tiene la capacidad de perfeccionarse y de superarse día a día, por lo que tiende a alcanzar la plenitud. Para llegar a tan preciada meta como lo es la plenitud, es necesario vivir en sociedad; el ser humano necesita de los demás para construir un mundo o ambiente propicio en el cual alcanzar la plenitud, causa esencial de la felicidad.
Es por ello que el hombre necesita de la sociedad política, pues nada es pleno si no se comparte, confronta y comunica a los demás, ya que el bien es expansivo, comunicativo: "De nada sirve la sabiduría si no se la comunica mediante la educación".
El hombre se reúne en sociedad para el logro de un bien común a todos. El bien común no es el bien individual, no es la suma de la porción de felicidad de cada individuo integrante de una comunidad, pero tampoco es un bien que nada deba a las partes. Es la integración sociológica de todo lo que hay de virtud y riqueza en las vidas individuales, y que tiende a perfeccionar la vida y la libertad de persona de cada ser. No es utilidad solamente, sino fin bueno es sí mismo, sujeto a la justicia y a la bondad. Es el fin último de la vida social.
La política es la ciencia social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del bien común de los integrantes de una comunidad. El bien común no es sólo la tarea del poder político sino también razón de ser de la autoridad política.
Por lo tanto, es el bien común el principio y fin ético de la política. Será bueno todo aquello que beneficie, tienda, acreciente o promueva el bien común. Será malo todo aquello que tienda a perjudicarlo, disuadirlo, disminuirlo, etc.
Es deber de todo estado democrático promover el bien general. El bienestar general se logra por medio de una auténtica justicia social cuya finalidad es obtener una más justa distribución de la riqueza entre todos los grupos sociales. Hace falta la presencia de un estado capaz de generar este equilibrio.
Un estado que no elimine la responsabilidad de las personas, de las comunidades y de las organizaciones intermedias. Un estado que no convierta en dependientes a los ciudadanos y en pupilas a las comunidades y organizaciones intermedias. Un estado que no les quite sus obligaciones. Esa orientación de la intervención estatal ha sido nefasta para la sociedad civil, la ha hecho débil. Pero tampoco sirve un estado ausente, que deje la suerte de sus habitantes al juego de la oferta y demanda. Ni un estado indiferente a los problemas sociales. El estado debe intervenir para asegurar el mínimo de bienestar para todos. Sin demagogias.
En resumen, la naturaleza de un estado o de la sociedad política, es la búsqueda del bien común. El estado se desnaturaliza, es decir pierde su esencia, cuando se corrompe. Corromper, entre otras acepciones posibles, es alterar la forma de alguna cosa; así el estado corrupto ya no tiende al bien común sino que se desvirtúa transformándose al provecho de unos pocos.
Según Aristóteles, definiendo las formas de gobierno, hay monarquía, aristocracia o democracia cuando el rey, una minoría o una mayoría gobiernan para el conjunto. Estas serían las formas naturales. En cambio hay tiranía, oligarquía o demagogia cuando un tirano, una minoría o una mayoría gobiernan para sí mismos.
http://www.mflor.mx/materias/temas/eticaypolitica/eticaypolitica.htm

9 de junio de 2012

LA ÉTICA EN LA COMUNICACIÓN

Karl Apel, afirma que somos una comunidad ilimitada de comunicación o de comunicadores. La comunicación tiene una sustancia ética, pues se sostiene en la idea de que nosotros hablamos, es decir, nosotros nos comunicamos con otros comunicadores/perceptores semejantes. Respetar al otro es lo que da sentido a la comunicación política. Todo lo que se aleja del respeto al otro, que lo utiliza, lo manipula, lo engaña o le miente, generará frustración, violencia e infelicidad.

En la sociedad mundial, globalizada, la comunicación se ha convertido en el centro de la actividad humana. Desde el Twiter se envían decenas de millones de mensajes diariamente en todo el mundo. Las nuevas tecnologías de comunicación e información, las páginas WEB, Youtube, los canales de televisión locales, las cientos de emisoras de radio, los Blogs y el Facebook pueden servir para comunicar o para incomunicar.

La política hoy está unida consustancialmente a la comunicación.  Luchar por el poder es comunicar y gobernar es, también, comunicar. Lo que hace la diferencia es la ética, la moral o la virtud. Se puede asumir la comunicación política desde la demagogia –las diversas formas de mentir en política- o desde la búsqueda de la verdad y una comunicación transparente que considere al semejante un fin en sí mismo y no un medio para conseguir algo.

En esta idea, reside la diferencia entre las ideas democráticas y las totalitarias. Es la persona humana un fin en sí mismo y, por ende, no puede ser engañada o utilizada para conseguir un fin oculto, sustentado en el doble lenguaje o el engaño como método. O la persona se debe subordinar a las leyes de la historia –la lucha de clases o la supremacía de una raza, un pueblo o un país- que inexorablemente nos llevarán a un “nueva sociedad”. Desde ese punto de vista, la demagogia, la manipulación, la mentira y el engaño, son un camino válido, en la medida que -así piensa el totalitario- estamos facilitando la destrucción de una sociedad para construir una nueva.

El tema de la ética en la comunicación comienza en la antigüedad con Platón que sostenía que el lenguaje sirve para comunicar a otros algo sobre las cosas. Las ideas de Platón fueron, en su formulación, algo ingenuas. Al afirmar esta idea, él creía que se transmitía ese algo con buena intención. Platón creía que las personas en la medida que conocieran la realidad, lejos de la apariencia, podrían comunicar con la verdad.

Por ello, la tarea del sabio o el político era la de educar y comunicar la verdad una vez descubierta. El hombre educado, en posesión de la verdad, debía actuar rectamente. Aristóteles entendió que se puede conocer la verdad pero sin embargo se puede no decirla. En otras palabras se puede conocer la verdad pero sin embargo se puede mentir o afirmar falacias en función del objetivo del poder.

Desde la antigüedad hacia adelante se ha discutido sobre el tema de la mentira y la verdad en política. Pasando por alto a pensadores como San Agustín que dedicaron abundantes estudios sobre la mentira, podemos llegar a uno de los filósofos esenciales en la fundación de la modernidad: Emmanuel Kant.  

Kant, es un pensador liberal, creador de la tesis del imperativo categórico por la cual –luego de arduas trabajos de investigación- sostiene que se debe actuar en función de una actuación por la cual nuestros actos responden a leyes universales. ¿Son tus actos leyes universales? Si son leyes universales puedes actuar en consonancia con ellas. ¿Es una ley universal que todos los gobernantes roben? Si no es una ley universal, simplemente no debes robar. Este axioma moral, Kant lo llama el imperativo categórico.

Actúa, entonces, como si tus actos fueran leyes universales. En el otro lado del mundo, Confucio -500 AC., el Kant de China- formuló una proposición parecida y que todos repetimos sin saber que Confucio es el autor y que tiene más de dos milenios de vigencia: No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.

En circunstancias que el mundo se está transformando aceleradamente, caen las barreras nacionales, se integran los países y los bloques regionales, existe un mercado mundial y un incesante intercambio comercial, posible por la revolución científica y tecnológica incesante, es fundamental una ética comunicativa que le dé un sentido a la política y a la comunicación. Sin una ética comunicativa, es imposible entenderse, comunicarse, aceptarse mutuamente, respetarse. La ausencia de una ética comunicativa genera una visión parcializada de la realidad por la cual, el otro está equivocado o se mueven en las apariencias, y por ende, puedo imponer mi mensaje, manipulando.

En Kant encontramos las ideas claves. Tres de ellas son razón-razonabilidad, libertad y voluntad. La comunicación tiene que basarse en el respeto al otro como ser razonable que se atreve a pensar. Se puede apelar a lo emocional con el fin de lograr una comunicación eficaz pero se tiene que buscar argumentar, fundamentar, razonar. De lo contrario la comunicación se sustentará sólo en las emociones que pueden ser fácilmente manipuladas.

La comunicación, así mismo, es posible en una sociedad libre y con seres humanos libres. La libertad es una conquista de la modernidad y no como afirman los totalitarios, un prejuicio o un obstáculo para sus fines. La libertad implica hacer uso de la razón para elaborar mensajes, pero éstos se sustentan en una moral y en una fuerza de voluntad para expresarlos y no deslizarse hacia las fáciles inclinaciones personales que deshonran/pervierten la comunicación.

La comunicación política tiene que sustentarse en una moral consistente, fundamentada en la razón y en la capacidad humana para razonar y no en la simple emoción. La voluntad implica la capacidad de las personas para actuar en correspondencia con la razón y, por tanto, ejercer una disciplina y una acción valerosa, virtuosa.

Confucio y los filósofos taoístas, de la misma forma que Aristóteles, promovían la búsqueda de la armonía en relación con uno mismo, con los demás y con la naturaleza. Aristóteles proponía como moral, alejarse de los extremos, encontrando en el centro, en el medio –no como eclecticismo- el camino para la solución de los asuntos humanos.

La comunicación moderna, tiene que apelar a la búsqueda de la armonía en la sociedad, alejándose de toda forma de extremismo manipulador, que impida el entendimiento entre las gentes. Comunicar es establecer relaciones entre las personas, informando de algo sobre las cosas  a los demás. Ese algo, debe tener un valor y no debe ser un algo deleznable, injusto, destructivo que impida una mayor armonía entre las personas.

http://www.sjl.pe/noticias/noticia.asp?id=2531

4 de junio de 2012

TECNOLOGÍAS DE LA NEUROCIENCIA DESVELAN QUE EL CEREBRO ES "MUY INFLUENCIABLE"


En un momento de borrasca moral, hablar de neuroética podría parecer hilar demasiado fino. La filósofa sueca Kathinka Evers se dedica a ello, a investigar la naturaleza moral del cerebro humano, un órgano "muy influenciable" como muestra cada nueva función que la tecnología de la neurociencia logra describir.

Evers, profesora de Filosofía e investigadora del Centre for Research Ethics&Bioethics de la Universidad de Uppsala (Suecia) acaba de publicar 'Neuroética. Cuando la materia se despierta' (Katz), donde apunta que el cerebro es un órgano dinámico, plástico y variable, cuya arquitectura está sujeta al impacto social y que ha evolucionado con la simbiosis sociocultural.

La investigadora, que también se interroga en este ensayo sobre la conciencia y el origen de los valores que rigen al hombre, explica en una entrevista con Efe que el avance de las neurociencias ha llevado al impulso de la neuroética, una nueva disciplina encargada de analizar los riesgos y beneficios de las investigaciones que se están realizando en torno al cerebro.

Evers señala que, tras siglos de la corriente dual mente/cerebro, la evolución de la neurociencia y la neurobiología ha alterado el concepto que se tiene de la conciencia -en un recorrido donde la idea del alma ha quedado circunscrita al ámbito religioso- y también de lo que significa 'ser humano'.

'Es un concepto singular, ser humano puede significar muchísimas cosas. Hay personas que identifican la humanidad con el libre albedrío, otros con la razón. Ahora tenemos una conciencia mucho más rica y esto va a enriquecer nuestra identidad', asegura esta experta para quien la conciencia es una función, 'una parte irreductible de la actividad biológica'.

La investigadora, que ha participado en las jornadas 'Los orígenes de la mente humana', organizadas por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y BDebate (iniciativa de BioCat y la obra social La Caixa) señala que la neuroética ha de servir para interpretar la neurociencia e intentar analizar las funciones cognitivas superiores.

'Por ejemplo, ¿por qué la evolución del hombre ha favorecido un animal moral y no amoral? Hay mucha respuestas, una posible sería la cohesión, fortalecer el grupo', apunta la profesora.
Existen otros temas prácticos de la neurociencia que abordar éticamente, como la posibilidad de detectar la conciencia de personas en coma a través de la resonancia magnética. 'Hay muchos problemas éticos a la hora de abordar estas situaciones', remarca.

Para Evers, en la neuroética han de regir los mismos mandamientos que en otras disciplinas: 'honestidad, apertura y respeto', pero además, subraya, ha de tener un propósito político, evitar que las teorías de la neurociencia sean utilizadas de forma espuria, 'secuestradas' por una ideología concreta, progresista o conservadora, como, por ejemplo, hicieron los nazis con la genética.

En este sentido, la profesora sueca muestra su desconfianza hacia el uso militar que se puede hacer de los avances logrados con las nuevas tecnologías aplicadas a la neurociencia, y advierte también ante ideas absurdas que hablan de instalar escáneres cerebrales en los aeropuertos para intentar identificar a posibles terroristas.

'Es un terreno peligroso. Aunque en la neurociencia forense se han hecho grandes progresos en el estudio de la psicopatía, con patrones claros en el caso de asesinos en serie, no hay un diagnóstico que diga que uno pueda ser terrorista, es un concepción política que ha ido variando en cada época', recalca Evers.

Así, señala, hay regímenes dictatoriales que llaman terroristas a aquellos que defiende las libertades y utilizan la violencia en sus acciones, como ocurría con la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial.

También muestra sus dudas ante la idea de buscar a un "superhombre" interviniendo en el cerebro.

'Soy escéptica ante estos proyectos de mejora del ser humano, porque históricamente siempre han salido mal. No hay que pensar en términos de elitismo sino en el de bienestar, en entender cómo funciona el órgano para las emociones y el pensamiento para aprender a construir la sociedad', asevera la experta en neuroética.

http://noticias.terra.es/2012/ciencia-y-tecnologia/0603/actualidad/tecnologias-de-la-neurociencia-desvelan-que-el-cerebro-es-muy-influenciable.aspx