SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

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28 de noviembre de 2012

CRITICA CONSTRUCTIVA


El valor de la crítica constructiva se fundamenta en el propósito de lograr un cambio favorable que beneficie a todas y cada una de las personas involucradas en circunstancias o ambientes determinados, con actitud de respeto y sentido de colaboración.

De forma natural el hombre busca comunicar sus pensamientos e influir en los demás con su opinión para lograr cambios en la familia, la sociedad, el trabajo o la escuela, sin embargo, corremos el riesgo de sujetarnos únicamente a nuestro particular punto de vista e intereses, sin atender a las necesidades o propósitos que tienen los demás

A través de la crítica constructiva se desarrollan otros valores: lealtad, honestidad, sencillez, respeto, amistad... Con esta referencia sería absurdo cerrar nuestro entendimiento y pasar por alto la importancia de vivir este valor, pues nadie puede jactarse de tener un buen juicio crítico, si no ha logrado establecer un equilibrio entre la manera como acepta las críticas y la forma e intención con que las expresa.

Cada vez que una persona desea expresar su opinión o inconformidad con rectitud de intención, tiene que aclarar que es “una crítica constructiva”, para evitar malos entendidos y lograr una mejor disposición de su interlocutor. A veces somos tan susceptibles, que sin la aclaración pertinente nos sentimos agredidos. Si fuésemos más sencillos y maduros, encontraríamos en cada crítica –positiva o negativa- una oportunidad para cambiar y mejorar nuestra forma de vida. En realidad, aún de las críticas más acres deberíamos tener la serenidad, paciencia y madurez para obtener lo mejor de ella, aún si hiere nuestro amor propio.

Ahora bien, es muy común que nuestra tendencia a criticar se propague sin ton ni son y convertimos a la crítica en una forma de oposición y rechazo a todo aquello que no nos gusta; observamos y manifestamos inconformidad casi de todo: el modo de vestir, las opiniones, la forma de gobierno, las normas de vialidad, la conducta del vecino y muy pocas veces, hacemos un juicio objetivo y valiente sobre nuestro comportamiento y modo de pensar.

Lo primero será reconocer que frecuentemente hablamos sin fundamento, nos quedamos con unas cuantas palabras del noticiero o del diario, cotejando nuestra pobre información con los comentarios que escuchamos en la oficina o con los amigos, hacemos conjeturas y emprendemos el vuelo aprobando o desaprobando todo tema de actualidad: iniciativas de ley, la política económica, los eventos sociales, sucesos de carácter internacional y hasta las nuevas disposiciones en materia de educación o de salud... ¡Con qué facilidad nos erigimos en autoridades competentes!

Es claro que las decisiones de índole social o política a veces muy distantes del común de las personas, pero esto no justifica la critica mal intencionada. En todo lugar existen medios, asociaciones y grupos de personas con el afán de crear una sociedad más justa y llena de oportunidades para todos. ¿Por qué no participar o tomar la iniciativa en nuestras manos? Tal vez no todos tenemos el valor de asumir una responsabilidad más grande, de mayor trascendencia.

Pero la crítica más dura y severa la realizamos hacia las personas que conocemos y los lugares donde asistimos: nos disgusta el sistema de trabajo que se lleva en la empresa, y por ende, quienes la encabezan; calificamos la aptitud de nuestros colegas con comparaciones absurdas; señalamos con firmeza los defectos, costumbres y hábitos de nuestros conocidos y amigos; nos disgustamos porque en casa las cosas no se hacen a nuestro gusto. ¿Acaso hacemos un bien expresando opiniones negativas?

Para concretar propósitos que nos lleven a ejercitar el valor de la crítica realmente constructiva debemos evaluar con sencillez y valentía nuestro modo de ser, esto significa ser autocríticos.

·        Evalúa las situaciones, escucha a las personas y pregunta. De esta manera tendrás los elementos necesarios para formar un juicio correcto y dar una acertada opinión.
·        Antes de criticar a las personas en cualquier aspecto, examínate con el mismo rigor y criterio, no sea que tengas los mismos defectos.
·        Haz el propósito de descubrir lo bueno que tienen las personas, las instituciones y las circunstancias. Si no tienes algo positivo que decir, lo mejor es callar.
·        Examina tus intenciones, sentimientos y estado de ánimo antes de pronunciar palabra. 
·        Aprende a informarte con profundidad y acostúmbrate a hablar de los hechos, evitando hacer interpretaciones y suposiciones superfluas.
·        Acepta con madurez todo tipo de críticas y comentarios respecto a tu persona y modo de trabajar, centrando tu atención en la oportunidad de mejora.

Cualquier crítica debe formularse responsablemente a través de la reflexión, considerando las implicaciones que podría tener; el respeto que debemos a las personas se manifiesta protegiendo su buen nombre y reputación, además de procurar su mejora individual. De esta manera actuamos en justicia y todo nuestro actuar se convierte en actitud de servicio e interés por el prójimo.

http://www.proyectosalonhogar.com/Diversos_Temas/Critica_constructiva.htm
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20 de noviembre de 2012

CORRUPCIÓN DE LA SABIDURÍA


El hombre en su construcción de humanismo y de ciencia ha generado la necesidad de hacer cultura y desarrollar valores. La concepción de la racionalidad de su conducta le ha determinado, en el tiempo, una forma más amena de acercarse a su semejante. En cada avance observa que obtiene recompensas para incrementar su bienestar y calidad de vida.
En forma permanente y desde el punto de vista social, se somete a la decisión de las mayorías, cuando en la defensa de las buenas costumbres, tiene que actuar y proceder. Esta condición le produce, con cada vivencia cotidiana, la sabiduría.

La sabiduría es el conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio o de la experiencia. Se estructura en la prudencia, cuidado en el comportamiento y modo de conducirse en la vida.

Se aprende a ser sabio cuando se aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención, a responder serenamente y a callar cuando no se tiene nada que decir. La sabiduría conduce por el camino de la verdad, por el respeto de la integridad. La característica más fehaciente de la sabiduría es la serenidad en el actuar, es el compromiso con los demás.

De manera muy general se puede decir, a la luz de lo humano, que la sabiduría se adquiere a través de una educación progresiva, mira a una comprensión profunda y penetrante de lo real, y lleva a un saber hacer, a un saber vivir.

En la Grecia antigua, a los ojos de los siete Sabios, la sabiduría es un arte de vivir lleno de equilibrio, la capacidad de pronunciarse con sagacidad sobre los problemas tanto de la vida cotidiana como de la política. Platón redujo la sabiduría al ámbito intelectual: a través de la contemplación permite el conocimiento intuitivo de las ideas, en particular el bien y lo bello.
Pero el hombre ha desarrollado también el poder de la corrupción y ha puesto toda su capacidad en aras de atacar en forma vehemente la sabiduría. Ha logrado romper la barrera de lo útil a la especie humana, visto desde sus buenas costumbres, mediante la degradación, el abuso de poder, la mala conducta.

La corrupción es la acción social ilícita o ilegítima encubierta y deliberada con arreglo a intereses particulares, realizada por vía de cualquier cuota de poder en espacios normativos institucionalizados y estructurados, afectando deberes de función intereses colectivos y/o la moral social. La corrupción consiste en un acuerdo inmoral entre un corruptor y un corrupto, o entre corruptos aliados en perjuicio de otros, que beneficia a algunos en sus propósitos particulares, por encima de la ley en el plano político.

La sabiduría ha sido atacada por la corrupción, ha sido inundada por un conjunto de cosas caóticas, de estrategias nefastas a la condición humana. No puede el hombre salir avante en su universo cuando es capaz de someter su sabiduría a intereses ocultos cargados de ignominia y de actos que demeritan la esencia del ser humano mismo.

La sabiduría debe ponerse como estrategia de erradicación de los fenómenos que producen confusión en el quehacer de lo humano. 

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