SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

24 de enero de 2014

PERDONAR NO CAMBIA EL PASADO

Durante el proceso histórico del hombre, éste, desde su conciencia siempre se ha dado cuenta de su entorno humano que le rodea. El contacto permanente con otros de su misma especie le ha permitido ascender en la escala del ser pensante. Desde todos sus ángulos, cada acto del hombre es medido desde su condición del bien o del mal que produce en la esfera social.

Cuando el acto está cargado de aspectos dañinos, la sociedad está en la obligación de exigir que se rectifique su efecto y de responsabilizar a quién lo realiza. Todos somos seres que necesitamos de los demás y a los que debemos respetar y apoyar. Somos producto de las acciones de nuestros antepasados, somos consecuencia de los actos buenos y malos realizados por aquellos.

Desde nuestra racionalidad estamos en capacidad de cernir lo que es de beneficio para todos de lo que produce efectos negativos en la cotidianeidad del ser. Nuestra conciencia moral, representada como el juez de nosotros mismos, nos permite saber cuándo realizamos un acto bueno y cuando lo realizamos mal. Aparece el concepto de instancia sancionadora que puede estructurarse como castigo, el remordimiento, o como premio traducido en la “satisfacción del deber cumplido” o beneplácito.

Los actos humanos equivocados pueden ser sometidos para que la sociedad realice un juicio moral negativo. Sólo que si en nuestra conciencia y en nuestra humildad pedimos a aquellos que agredimos que se nos perdone, porque el errar es de los humanos, con seguridad que nos perdonan.

El perdonar consiste en no tener en cuenta el daño o la ofensa que se ha cometido. Es librar a alguien de una obligación o castigo. El perdón es la acción por la que una persona, el perdonante, que estima haber sufrido una ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas.

El perdonar no cambia para nada el pasado pero si el futuro. La guerra es el proceso del hombre derivado de su irracionalidad y ceguera de la condición humana. Los hombres de la guerra pueden en un momento hacer un acto racional para la búsqueda de la paz. Estos merecen todo el apoyo cuando a partir de la muerte y del caos deciden organizar su vida y piden perdón a la humanidad.

La condición del ser humano está plagada de aciertos y desaciertos, sólo que si desde su conciencia moral y desde su humildad tiene la capacidad de pedir “que no se tenga en cuenta el daño cometido” con la seguridad que en el futuro se dedicará a hacer el bien y a trabajar por el progreso social desde los principios de la igualdad y la justicia.

El perdón, antes de ser un hecho social es una de las grandes capacidades humanas y quizá la más valiente de las acciones, en la medida en que intenta lo aparentemente imposible, deshacer lo que ha sido hecho, y consigue un nuevo comienzo donde todo parecía haber concluido; es una acción única y culmina en un solo acto.

El perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón; es una actividad sin final, en constante cambio y variación, por medio de la cual aceptamos la realidad y nos reconciliamos con ella.

Es un intento por sentirnos a gusto en el mundo. Es una iniciativa de cada individuo, respecto a sus semejantes. Por el contrario, la falta de perdón, especialmente cuando favorece la prolongación de los conflictos, tiene enormes costos para el desarrollo de los países del mundo y de los hombres.

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