SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

28 de septiembre de 2015

EN NUESTRAS MANOS

Editorial 26 de septiembre de 2015. El Espectador Colombia

El demonio, como dicen, está en los detalles, y a los acuerdos todavía les falta cincelar muchas particularidades que causan justas tensiones, tanto en Cuba como en Colombia. Pese a esto, la propuesta que el Gobierno y las Farc le hacen al país está cada vez más clara y los aportes de cualquier índole son bienvenidos, siempre y cuando sean eso: propuestas para mejorar lo pactado, no para destruirlo.

Por primera vez, desde que el gobierno de Juan Manuel Santos comenzó a negociar con las Farc, la pelota está en la cancha de todos los colombianos. Hay algo que, pese a todos los grandes retos que aún faltan por superar, parece cierto tras el anuncio del pasado miércoles en La Habana: habrá, con un altísimo nivel de probabilidad, un acuerdo para terminar el conflicto armado de más de medio siglo con la guerrilla más vieja del país. Lo que está por verse, sin embargo, es si todos los actores de la sociedad están dispuestos a dejar a un lado los discursos de guerra para ayudar en la construcción de una paz que, si no es de todos, simplemente no es viable.

El demonio, como dicen, está en los detalles, y a los acuerdos todavía les falta cincelar muchas particularidades que causan justas tensiones, tanto en Cuba como en Colombia. Pese a esto, la propuesta que el Gobierno y las Farc le hacen al país está cada vez más clara y los aportes de cualquier índole son bienvenidos, siempre y cuando sean eso: propuestas para mejorar lo pactado, no para destruirlo.

La pregunta previa que todos debemos hacernos antes de intervenir en este debate es esta: ¿estamos dispuestos a apostar por este esfuerzo concreto para hacer posible entre todos la construcción de un país distinto? Porque, más allá de toda la retórica sobre la paz —ese derecho fundamental que nuestra Constitución carga en su artículo 22 y siempre ha sido, a la vez, una promesa y una súplica—, lo que produjo la mesa es una base concreta que ha de llevar a la dejación de las armas y la transformación de las Farc en una fuerza política legal. 

Si eso va a traer la “paz” es un tema importante, pero sus consideraciones no son prácticas. La erradicación de la violencia y la desigualdad social, así como la reparación de las heridas que el conflicto ha causado, no terminan en la firma de un papel, pero sí pueden empezar ahí. De nosotros depende.

En ese sentido, es importante que la oposición recuerde que el disenso puede usarse para construir, para mejorar. Y no sólo les estamos hablando a partidos políticos particulares, sino a todas las personas que tienen reparos, preocupaciones o simple incomodidad frente al avance del proceso. Aunque el acuerdo no sea perfecto a sus ojos, sí necesita de su participación.

No son útiles —ni ciertos— los discursos fatalistas que hablan de una rendición del Estado ante las fuerzas terroristas. El acuerdo, de hecho, es una apuesta por fortalecer las instituciones democráticas para garantizar su subsistencia. Y ha sido tejido de la mano de una comunidad internacional que tiene elevados parámetros de verdad, justicia, reparación a las víctimas y garantías de no repetición.

Entendemos que estamos próximos a unas elecciones regionales y que mucho de lo que se dice busca un efecto en ellas. Si es mucho pedir un cambio inmediato, al día siguiente de las elecciones podrían comenzar a pensar en el país que nos merecemos.

Nuestro compromiso desde estas páginas seguirá siendo el mismo que nos fundó en 1887: aportar con nuestras ideas a enriquecer la discusión que nos permita tener un mejor país. Hoy en verdad creemos que, si seguimos haciendo las cosas bien, le daremos a Colombia una nueva oportunidad de existir sin definirse a partir de la violencia. Esa es una apuesta que no podemos dejar de hacer todos los colombianos.


http://www.elespectador.com/opinion/editorial/nuestras-manos-articulo-588911