SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

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20 de mayo de 2015

CORRUPCIÓN

Quizás una de las graves enfermedades que aqueja nuestra estructura social es la corrupción, que permea prácticamente todas las instituciones nacionales.

Son muy mediáticos los casos de corrupción oficial, de la que no se escapa prácticamente ninguna entidad... corrupción en la salud, en la contratación, en las fuerzas armadas, en las alcaldías, en las gobernaciones, en los institutos descentralizados, en las altas cortes.

Pero muy poco de habla de la corrupción en el sector privado. Miembros de juntas directivas o presidentes de compañías que se aprovechan de información confidencial privilegiada para, por intermedio de testaferros, hacer negocios en su beneficio personal. Jefes de compras que reciben comisiones de los proveedores para favorecerlos con pedidos. Y es tan corrupto el que recibe la “coima” como el que la ofrece.

Altos empleados que piden reintegro de gastos que no efectúan. Gerentes que con la complicidad de contadores y revisores fiscales, maquillan la información para volver buenos resultados unas pésimas gestiones.

Empresas competidoras entre sí, que forman “carteles” para manipular mercados, precios y territorios. Vendedores que tienen contrato de exclusividad con una empresa pero que manejan otras líneas que compiten con las de la compañía que les paga.

Y así, múltiples formas de corrupción en el sector privado que cuando se destapan se resuelven casi siempre con el despido del funcionario. De ahí no pasa. El corrupto, muy orondo, vuelve a ser contratado sin ser sometido a ningún tipo de sanción moral o económica.

En el sector público, escasas, pero se dan sanciones pecuniarias y morales para los corruptos. Qué tal si las empresas privadas adoptaran un código de conducta para informar, por ejemplo, a las Cámaras de Comercio el nombre de esos funcionarios de forma que esas listas se puedan consultar públicamente.

Seguramente dirán que eso atenta contra la libertad individual o contra el libre desarrollo de la personalidad. Pero es urgente que se tengan herramientas efectivas para combatir quizás el mayor mal de nuestra sociedad.


Julio César Tettay  Calle
http://www.elcolombiano.com/cronologia/noticias/meta/julio-cesar-tettay-calle

16 de mayo de 2015

CODIFICAR LA ÉTICA

En otro momento hablábamos de la moda o proliferación de códigos éticos, impuesta entre instituciones públicas, e incluso algunas empresas. Pues bien, recientemente, como se informó, una formación política presentaba también su Código Ético. Y pensamos, en voz alta, por qué diantres hay que elaborar un código ético cuando realmente la ética es una virtud que debe caracterizar al hombre. Decía Aristóteles: “El hombre virtuoso sabe conducirse bien y seguir el camino recto”, y subraya que la virtud es “un medio entre dos vicios, que pecan uno por exceso, otro por defecto”.
O lo que es lo mismo. La ética, la moral, la virtud, reside en la persona, pues cada uno ha de obrar en consecuencia con unos principios morales, dado que de no hacerlo, es actuar “amoralmente” y esto, en aquellos que se dedican o se quieren dedicar a la política, es una exigencia de primer nivel.
Parafraseando al filósofo griego antes mencionado, “la ciencia política y la prudencia son una sola y misma disposición moral”. Pues bien, Anova, en su anunciado código ético, afirma que les “guiará” su actuación si consiguen algún escaño en la nueva corporación municipal y afirman que dimitirán si hacen una “mala gestión o incumplimiento flagrante y no justificado del programa”. Y por supuesto, rechazan regalos y privilegios y abogan por “finanzas éticas”.
Sobre el papel todo queda muy bonito, pero en realidad, ¿es necesario un código que regule el comportamiento de la clase política? A priori, toda aquella persona que ejerza la política, ¿no se da por hecho que es honesta?...
Como decimos, mal andan las cosas si tenemos que regular la actuación pública de quienes aspiran a algún resorte del poder. Y por supuesto, la ética no es necesario “codificarla”. Esto es un invento de la modernidad con el que se pretende paliar la carencia de bondades en toda aquella persona que pretende desempeñar una función al servicio del ciudadano y a la que accede mediante sus votos.
Juan José Feijóo

http://www.laregion.es/opinion/juan-jose-feijoo/codificar-etica/20150515083526543789.html