Durante
el proceso histórico del hombre, éste, desde su conciencia siempre se ha dado
cuenta de su entorno humano que le rodea. El contacto permanente con otros de
su misma especie le ha permitido ascender en la escala del ser pensante. Desde todos
sus ángulos, cada acto del hombre es medido desde su condición del bien o del
mal que produce en la esfera social.
Cuando
el acto está cargado de aspectos dañinos, la sociedad está en la obligación de
exigir que se rectifique su efecto y de responsabilizar a quién lo realiza.
Todos somos seres que necesitamos de los demás y a los que debemos respetar y
apoyar. Somos producto de las acciones de nuestros antepasados, somos
consecuencia de los actos buenos y malos realizados por aquellos.
Desde
nuestra racionalidad estamos en capacidad de cernir lo que es de beneficio para
todos de lo que produce efectos negativos en la cotidianeidad del ser. Nuestra
conciencia moral, representada como el juez de nosotros mismos, nos permite
saber cuándo realizamos un acto bueno y cuando lo realizamos mal. Aparece el
concepto de instancia sancionadora que puede estructurarse como castigo, el
remordimiento, o como premio traducido en la “satisfacción del deber cumplido”
o beneplácito.
Los
actos humanos equivocados pueden ser sometidos para que la sociedad realice un
juicio moral negativo. Sólo que si en nuestra conciencia y en nuestra humildad
pedimos a aquellos que agredimos que se nos perdone, porque el errar es de los
humanos, con seguridad que nos perdonan.
El
perdonar consiste en no tener en cuenta el daño o la ofensa que se ha cometido.
Es librar a alguien de una obligación o castigo. El perdón es la
acción por la que una persona, el perdonante, que estima haber sufrido una
ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir
resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el
mismo, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o
restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que
las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden
afectadas o queden menos afectadas.
El
perdonar no cambia para nada el pasado pero si el futuro. La guerra es el
proceso del hombre derivado de su irracionalidad y ceguera de la condición
humana. Los hombres de la guerra pueden en un momento hacer un acto racional
para la búsqueda de la paz. Estos merecen todo el apoyo cuando a partir de la
muerte y del caos deciden organizar su vida y piden perdón a la humanidad.
La
condición del ser humano está plagada de aciertos y desaciertos, sólo que si
desde su conciencia moral y desde su humildad tiene la capacidad de pedir “que
no se tenga en cuenta el daño cometido” con la seguridad que en el futuro se
dedicará a hacer el bien y a trabajar por el progreso social desde los
principios de la igualdad y la justicia.
El
perdón, antes de ser un hecho social es una de las grandes capacidades humanas
y quizá la más valiente de las acciones, en la medida en que intenta lo
aparentemente imposible, deshacer lo que ha sido hecho, y consigue un nuevo
comienzo donde todo parecía haber concluido; es una acción única y culmina en
un solo acto.
El
perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón; es una
actividad sin final, en constante cambio y variación, por medio de la cual
aceptamos la realidad y nos reconciliamos con ella.
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