Con la Ilustración , los seres
humanos decidieron -por primera vez en la historia- tomar las riendas de su
destino y convertir el bienestar de la humanidad en el objetivo último de todos
sus actos. En la base de este proyecto ilustrado -escribe Tzvetan Todorov-
subyacen tres ideas axiales: la autonomía, la finalidad humana de nuestros
actos y la universalidad. La autonomía significa que lo que debe guiar la vida
de los hombres ya no es la autoridad del pasado, sino su proyecto de futuro; en
consecuencia, la voluntad libre prevalece sobre la tradición.
La finalidad humana de nuestros
actos comporta que el objetivo de estas acciones humanas liberadas se halle en
la tierra y ya no apunte a Dios; por lo que, suceda lo que suceda después de la
muerte, el hombre debe dar sentido a su existencia terrenal: la búsqueda de la
felicidad sustituye a la búsqueda de la redención, razón por la que el Estado
no está al servicio del designio divino, sino que su objetivo es el bienestar
de los ciudadanos. Y la universalidad implica que todos los seres humanos
poseen derechos inalienables por el mero hecho de serlo; bien entendido que la
exigencia de igualdad, hoy tan profundamente sentida, deriva de esta idea de
universalidad.
Ahora bien, pese a que la fe en el
progreso ilimitado de la humanidad pudo tentar a algunos pensadores de la Ilustración , lo cierto
es que prevaleció la idea de que el rasgo distintivo de la especie humana no es
el avance hacia el progreso, sino sólo la perfectibilidad, es decir, la
capacidad de hacerse mejor y de mejorar el mundo. De ahí que los problemas
sociales carezcan de soluciones definitivas y se replanteen continuamente bajo
formas distintas.
En este tejer y destejer de la
historia, el Romanticismo constituye una reacción frente a la Ilustración y es, en
cierto sentido, una involución. Si Auguste Comte sostuvo que, a lo largo de la
historia, la humanidad ha pasado -primero- de la teología a la metafísica, y
-más tarde- de la metafísica a la ciencia, lo cierto es que, con el
Romanticismo, retornó a la mística.
En efecto, el Romanticismo es una
inmersión en el entorno, la naturaleza, y en el pasado, la historia, con la
pretensión de integrar ética y estética mediante la apelación a la fantasía, y
con un fuerte gusto por lo infinito como sentimiento cuasi-religioso. El
Romanticismo significa, por tanto, una continuación de la religión con medios
estéticos, lo que implica, a su vez, un abandono de la razón y provoca una
actitud vital superadora de la estructura del mundo, lo que lleva a la
conclusión de que la razón política y el sentido de la realidad no son
suficientes para poder vivir.
Juan José López
http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20120818/54338235096/juan-jose-lopez-burniol-ilustracion-romanticismo.htmlhtto://www.catedraderamiro.blogspot.com
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