El teólogo católico, aunque debiera
decir mejor ecuménico, Hans Küng, llega a Colombia a lanzar un mensaje de
tolerancia y paz que merece ser escuchado con atención en “la era del
terrorismo”. Desde el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos ha enfrentado los
actos terroristas de una ínfima minoría con un asalto a Irak, que era de los
pocos regímenes laicos de Medio Oriente, y contra una religión que cobija más
de mil millones de seres en el planeta. Huntington ha hablado del “choque de
civilizaciones” para comprometernos a todos en una cruzada contra el Islam que,
según él, incuba el odio. Odio contra odio parece ser la respuesta que
encuentran adecuada los dirigentes norteamericanos y aquellos que se escudan en
la misma lucha para imponerse sobre sociedades paralizadas por el miedo.
Küng, por el contrario, nos habla de la
posibilidad de una ética mundial, basada en los preceptos de las grandes
religiones del mundo que comparten entre ellas y que tienen que ver con la
conservación de la vida, de la familia, de la propiedad y del respeto por las
personas. Esa ética nos puede acercar a la tolerancia sobre la base de las
reglas que siguen la mayor parte de las personas del mundo adscritas a
religiones que en el fondo no son tan diferentes entre sí.
Küng se opone a la conservatización de
su propia Iglesia, que dice no tiene por qué defender los dogmas de la Edad Media sino
traer a la vida moderna reglas de convivencia y tolerancia que surgieron con el
cristianismo primitivo. La
Iglesia Católica , por el contrario, recrea la noción de
que es la única dueña de la verdad y de la salvación, reimpone la
liturgia en latín para que los fieles no puedan entenderla y desanda los
pasos que diera en el pasado para establecer un diálogo constructivo con el
judaísmo y el Islam.
La tarea de desarrollar una ética que
le sirva de sustento a la economía y la globalización es otra de las tareas
titánicas que se ha impuesto Küng. Para él, la globalización es inevitable y
hay que aprovechar de ella los desarrollos productivos y técnicos que promueve.
Sorprende el diestro manejo que ha logrado hacer este especial teólogo de
la economía para criticar las posiciones ultraliberales en el sentido de que la
libertad de los poderosos tiende aplastar las libertades de los demás. “La
ilimitada libertad del más fuerte a costa del más débil”.
Küng plantea, como alternativa al
ultraliberalismo de Friedman, el ordoliberalismo que surgió en Alemania de los
escombros de la guerra, liderado por Ludwig Erhard, que combinaba la libertad
del mercado con la defensa de un orden social, basado en un principio ético de
justicia. Uno de sus exponentes, Müller-Armack, lo exponía así: “El sentido de
la economía social de mercado es unir el principio de libertad de mercado con
el de equilibrio social”.
El Estado opera acá para mantener la
competencia funcionando a favor de las mayorías y lo hace reprimiendo y
castigando conductas monopolistas y antisociales de las empresas, entre ellas a
que se produzca una negociación colectiva entre trabajadores y empresas, a la
vez que las políticas económicas actúan de manera contra cíclica para impedir
que el orden espontáneo del mercado conduzca a una crisis financiera y
económica. Con ese modelo de economía política, Alemania prosperó y mantuvo una
gran estabilidad política y social después de la guerra sin crear dependencia
dentro de la población.
La propuesta de Küng
es entonces una síntesis que por un lado introduce el marco de la economía
social (no capitalista) de mercado, dos conceptos que deben equilibrarse
mutuamente: la libertad económica del individuo limitada por la justicia social
y las exigencias del bien común. Todo ello resulta en un programa que afirma no
sólo “la confianza en la auto dirección y las fuerzas auto correctoras del mercado
y la competencia sino también el equilibrio social y la función ordenadora del
Estado”.
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