Somos criaturas del universo, somos la
consecuencia del estallido de las estrellas, somos un cúmulo de vida en el
universo. Todos pertenecemos a un mundo sensorial lleno de incógnitas y de
posibilidades que no las sabemos aprovechar. Somos parte de una grande variedad
de especies vivas que comparten el mundo que nos rodea.
Nos damos cuenta de nuestros
semejantes cuando los percibimos a través de nuestros sentidos, ver, oír,
gustar, olfatear y palpar o abrazar. Estas expresiones son la consecuencia de
nuestro sistema nervioso. Su desarrollo y perfección es particular en cada una
de las especies vivas.
Abrazar es entrar en contacto las
manos u otra superficie del cuerpo con un objeto o una superficie. La sensación
que produce abrazar todo, lo que gira a nuestro alrededor, es una de las cosas
más gratificantes de nuestra existencia.
Todo el mundo
necesita el contacto físico, especialmente los niños, los jóvenes, los adultos,
los ancianos, en resumen todos los integrantes de la especie humana. Todos
necesitamos que nos abracen en. Todos queremos abrazar.
La necesidad
de crear un espacio donde el hombre pueda abrazar a sus semejantes es producto
del momento en que se encuentra. Vive en un mundo lleno de cosas, que la
sociedad de consumo le provee, pero vive aislado, lejos del calor humano. La
máquina le llena su vacío existencial.
El abrazar
favorece el camino para un encuentro sereno, gozoso, profundamente personal y
por eso y en tanto y en cuanto sea profundamente personal, profundamente
comunitario. Toco, luego existo. Existo para abrazar, abrazo para existir.
En una
ocasión, Bertrand Russell escribió: “No sólo nuestra geometría y nuestro
físico, sino nuestra concepción completa de lo que existe fuera de nosotros,
está basada en el sentido del tacto”. Pero nuestra experiencia de abrazar está
disminuyendo. Cada vez más vivimos solos, tenemos amigos virtuales, nos asusta
cualquier tipo de contacto físico con extraños por temor a que pueda ser
antihigiénico o inapropiado, o pueda volverse violento.
Se puede
demostrar que los efectos de no tener contacto físico pueden ser nefastos para
nuestro bienestar, como individuos y como sociedad. Cuando yo te abrazo, tú
sientes el contacto, por lo tanto a través de mi contacto tú sientes que
existes y puedes conectarte conmigo. Es un sentimiento de ser importante, de
ser cuidado.
Debemos tener
el tiempo para acariciar. Un estudio realizado en 1997 sobre a cantidad de
contacto y de agresión entre adolescentes observó el comportamiento de 40 de
ellos encontró que los adolescentes estadounidenses pasaban considerablemente
menos tiempo acariciando, besando, abrazando y recostándose con sus pares que
los franceses.
Estos
hallazgos son preocupantes, especialmente porque la investigación sugiere que
una ausencia de contacto e interacción física durante la adolescencia puede
resultar en comportamientos violentos más adelante en la vida. Estar privado
del contacto físico parece conducir a una disminución de la serotonina, las
cuales, junto con la dopamina, son neurotransmisores que influyen en el humor.
Estamos
perdiendo la visión de quiénes somos. Nos da vergüenza abrazarnos, pero estamos
obsesionados con la apariencia. Preferiríamos, por ejemplo, caer bajo el
bisturí del cirujano que aceptar nuestros propios cuerpos. Estamos viviendo en
una época materialista, donde si no se ve, no tienes.
Abrazar será la acción del hombre de la tecnología
y de la ciencia. Será el mecanismo de comunicación, nuevamente con su especie.
Cuando así lo haga podrá decir, también, nuevamente: Te abrazo, luego existo.
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