El ser humano tiene que obrar con criterio propio. No puede dejarse manipular. Tiene que tener su propia capacidad de decisión. Ramiro Pérez Alvarez
Steffi, una joven alemana que se convirtió al islam, cuenta cómo fue reclutada en Internet por salafistas fundamentalistas y llegó a pensar unirse a la Guerra Santa. Hace dos años logró liberarse del grupo radical.
Steffi, una joven alemana que se convirtió al islam, cuenta cómo fue reclutada en Internet por salafistas fundamentalistas y llegó a pensar unirse a la Guerra Santa. Hace dos años logró liberarse del grupo radical.
“Te dicen que formarás parte de una familia y, si te unes a la Guerra
Santa, te prometen el paraíso”, dice Steffi, de 25 años de edad, que estuvo
ocho años en las filas del salafismo en Alemania. “Los videos que muestran son
tan sugestivos, que tuve una fase en la que llegué a pensar que tenía que
unirme a su lucha terrorista”, dice la joven alemana, hoy exsalafista, que fue
reclutada cuando tenía apenas 15 años.
“Aún no me puedo explicar por qué. A pesar de que antes no era religiosa,
la propaganda de los salafistas logró convencerme”. El papá de una compañera de
la escuela, que era imán, invitó a la chica alemana a su mezquita y pronto dejó
de ser miembro de la iglesia católica para convertirse al islam, aprendió a
rezar el Corán y a cubrirse la cabeza con mantos. Steffi también se unió a un
grupo yihadista presente en Facebook.
Una joven que incita al asesinato
“Yo no era consciente de lo que hacía y acabé aceptando lospostings con ideas radicales que
me llegaban”, dice Steffi. Poco a poco esta chica fue adoptando las posturas
radicales que leía y escuchaba y empezó a acosar a quienes no fueran
musulmanes. Steffi llegó incluso a llamar al asesinato de esas personas.
La situación de Steffi se volvió cada vez más insoportable: “Yo ya no podía
decidir libremente. Mi horizonte se cerraba y ya no podía pensar sino lo que me
ordenaban. No les gustaba que mi exmarido no orara mucho, porque era más
liberal, y quisieron obligarme a abandonarlo, irme a Afganistán y casarme con
un muyahidín”.
Si bien no aceptó irse a Afganistán, Steffi perdió a muchos de sus antiguos
amigos. La relación con sus padres siempre fue difícil y conflictiva. Ellos no
se preocuparon por su futuro, ni siquiera cuando vieron que sus ideas eran cada
vez más radicales.
Entrar es fácil, salir puede costar la vida
Pero Steffi logró salir del infierno el que se metió sin la ayuda de sus
padres. Las primeras dudas sobre su errado camino le surgieron cuando escuchó
las prédicas de Denis Cuspert, hoy uno de los más conocidos miembros del grupo
terrorista Estado Islámico que “alababa las ventajas del paraíso y prevenía
contra los no creyentes”.
“Las palabras de Cuspert me hicieron recapacitar porque de él esperaba
importantes enseñanzas religiosas y no que hablara solo de muerte o de que me
tenía que cubrir toda la cara”. Steffi llevaba un pañuelo que cubría su
cabello, algo que no le gustó a las mujeres radicales del grupo, que empezaron
a difundir mentiras sobre ella en Facebook, como
“que conocía muy poco el islam o que era una espía”.
Eso rebozó la copa y se dijo “¡Basta!. Ese no es el islam que yo busco”. Su
salida duró seis meses más. Hoy, Steffi termina sus estudios medios y frecuenta
una mezquita de una comunidad liberal. Más adelante quiere ayudar previniendo a
otros jóvenes, visitando escuelas y colegios para contar la historia de cómo se
envolvió con radicales islámicos y de cómo se desprendió de los mismos. Steffi
concluye: “Eso es pura violencia, la que reina en ese medio. Y la mayoría de
los chicos no pueden salir sin ayuda externa”.
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