Por: Henry Gallo Flórez
Hay risas de amor y de dolor, igual que las sonrisas, que son el espejo del
alma del humano. Cuando la tristeza embarga el ánimo, se ríe en medio del
llanto. Pero cuando la felicidad es quien domina el espíritu en el alma humana,
se ríe a carcajadas y se despeja y explota la garganta y la boca se muestra en
su esplendor.
Reír es fuente de vida, es el gozo o el dolor que aflora, en un momento que
emociona el ánimo de quien sintiendo placer lo reconoce o grita en medio de la
risa, cuando siente el dolor punzante de la desesperación en la miseria que se
acompaña con tragedia.
Ríe también el desquiciado, que ha perdido su conciencia y con mueca
risueña demuestra en su amargura, que requiere de compasión o de ternura. La
locura, se apodera de su mente, y en los momentos tristes enarbola una sonrisa
transfigurada en gesto de dolor. Es el paciente de la miseria, ser
incomprendido, que arrastra su final.
En los actos heroicos, el valiente se ríe del destino y enfrenta la
realidad con estoicismo. Si muere, generaliza su sonrisa, ya sea en el campo de
batalla o en el cadalso que le otorga su enemigo.
Pero la más ecuánime sonrisa es del ser amado, cuando nos mira y nos regala
en ella su cariño, su amor, su comprensión o su deseo.
Vivimos pues en un mundo de sonrisas, buenas o malas, nos da lo mismo,
porque ver reír la gente cuando ama o cuando llora, nos demuestra que son seres
con corazón, que en sus conciencias se encuentra la humana convicción, que los hace
distintos a los demás seres que pueblan este mundo.
Los animales, como los simios también ríen, pero no por convicción, sino
por animalismo. Su sonrisa es sarcástica o bufa y no deja entrever sus
pensamientos, ni su racionalidad, pues aparentemente carecen de ella. Son
gritos lastimeros, llenos de angustia y no de sentimientos.
Qué decir de la risa de los niños o de la sonrisa del bebe cuando nos mira.
Es el alma del humano mismo, aunque ésta en la razón no exista. La risa de los
niños es algo bello, es la candidez llevada a la máxima expresión. Sus risas
suenan como canticos en las aleluyas de los monasterios y de los templos que
elevan las plegarias, pero que no reciben respuestas a sus ruegos, pero les
dejan a los fieles la ilusión y el anhelo de suplir sus sueños.
Pero la más bella sonrisa, es aquella de la madre al ver a sus retoños cada
día y al contemplar su obra dejada para que en ella se prolongue la existencia
y sus genes lleguen a nuevas vidas.
La sonrisa es la compensación a los dolores, a la fatiga y a la lucha
inclemente, a la laboriosidad en nuestras vidas. Sin ella el mundo sería triste
y acabaría muy pronto nuestras vidas, porque no habría compensación por
nuestras obras, ni se reconocería con ella el cariño, el amor y la ternura.
La risa se convierte en risotada, como en aquel verso al payaso Garrid,
cuando el poeta expresa con dolor en su obra - Reír Llorando -, que “hay que
aprender a reír llorando y también a llorar a carcajadas”.
Envigado, septiembre 24 de 2015.
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