En su desarrollo científico el
hombre ha logrado descubrir que la célula misma puede producir en forma
programada su muerte. Esto se ha denominado la apoptosis y es un proceso
celular genéticamente controlado por el que las células inducen su propia
muerte en respuesta a determinados estímulos. De ahí que frecuentemente se
describa el proceso apoptótico como "suicidio celular" a la hora de
definirlo conceptualmente.
La metaforización "suicidio
celular" es doblemente significativa si consideramos que la muerte celular
programada es un proceso irreversible. Lo distintivo de la apoptosis radica en
el control que ejercen las células sobre su propio destino, cuando
"deciden" seguir el camino apoptótico.
En condiciones normales la apoptosis
constituye un mecanismo fundamental para el mantenimiento de la homeostasis del
organismo. Pongamos un sencillo ejemplo: como respuesta frente a la agresión
que supone la entrada de un microorganismo, las células encargadas de la defensa
del organismo, las células del sistema inmune, son activadas. Dicha activación
supondrá, entre otras cosas, la proliferación de aquellas células del sistema
inmune capaces de parar de forma específica dicha agresión. Como resultado,
buena parte de estas células, que en su momento eran necesarias, dejan entonces
de serlo, iniciando muchas de ellas el proceso de muerte celular programada, en
este caso inducido por la ausencia del estímulo agresor. En otras palabras,
cuando una infección es controlada, gran parte de las células del sistema
inmune que contribuyeron a atajar dicha infección, dejan de ser necesarias,
siendo eliminado el excedente celular generado por apoptosis.
También ha aprendido el hombre a
vivir permanentemente haciendo apoptosis con los congéneres de su misma
especie. Ha logrado desarrollar todo una estrategia técnica y logística que le
permita un exterminio, aparentemente controlado, de pueblos que defienden, en
forma fanática, creencias y mitos que solo alimentan el ego de su propia cultura.
El mundo actual se mueve bajo una
apoptosis controlada por intereses que giran en la vía contraria de la
solidaridad y del respeto por la diferencia. Tiene cada ser humano una misión
sobre la tierra y su trascender no puede
estar sometido a esa muerte programada. Es el momento de una revisión del
actuar del hombre hacia el hombre.
Los estímulos agresores que
comprometen la sana convivencia deberán ser revisados en beneficio de la vida
misma del hombre, de su familia, de su trabajo. El hombre es el único capaz de
transformar el instinto por la razón.
Hagamos una apoptosis de todos los
mitos y creencias construidas para la destrucción misma del hombre.
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