El ser humano vive en los sinsabores
de la modernidad. Vive en la era de la
alta tecnología, de la guerra de las galaxias, de las bombas atómicas, de los
descubrimientos de la electrónica, la cultura de masas, la sociedad de consumo.
Vive con la convicción de ser único y de ser capaz de desafiar en forma
prepotente.
Necesita
inventar una excentricidad personal, para resaltar una personalidad trivial,
fundamentada en la “sociedad del mutuo elogio”, en donde la sensibilidad
artificial y los valores vacuos son las características principales. Una de las causas de esta situación, es la
sociedad industrial de consumo heredada o más bien asimilada de los países
altamente industrializados. Países que ostentan un gran poderío y una soberbia
enfermiza.
El hombre
actual está sumergido en una marea de informaciones, ocupaciones y
preocupaciones. El estilo y el ritmo de
vida hacen de nosotros hombres constantemente atareados, acaparados y
enajenados por los horarios, el trabajo, el desplazamiento de un lugar a otro,
el reciclaje, la promoción, la familia, la casa, el presupuesto, los viajes, el
automóvil, las obligaciones, las reuniones, el espectáculo. Trabajamos
inconscientemente para un mundo que no nos pertenece, que es ajeno.
Aquella es la vida inauténtica y es la única
que no vale la pena vivir. Y
consecuentemente, no tenemos ni el ánimo, ni la capacidad, ni la paciencia para
pensar de “veras” cuestiones tan importantes y tan determinantes en la vida de
los hombres como lo es la educación y la ética, como es la del respeto por los
demás y la de los valores.
Para
muchos esta vida de la inautenticidad es un hecho y es la única posibilidad que
tienen los hombres para poder vivir.
Esto muestra, un modo de pensar de nuestra época la cual nos lleva a
desinteresarnos por planteamientos y formas de vida constructiva, fundamentadas
en la justicia y la equidad, en las que podríamos buscar una mayor autenticidad
de la vida humana.
No hay que
reducir nuestra vida a una serie de vivencias sin secuencia que se manifiestan
en forma caótica, o a formas simples de abandono y desidia. Hay que construir
una vida llena de pasión, de energía positiva, una vida en donde el
conocimiento sea utilizado para bien de la humanidad, no para la destrucción.
Tienen las
generaciones que nos suceden una responsabilidad y es la de tomarse el mundo
porque con su interpretación, en su momento de la vida, tienen una concepción
limpia de la sociedad a la que pertenecen.
Tienen las
generaciones posteriores una responsabilidad y es la de entregar un mundo sano,
sin guerras y sin armas que apunten a la vida.
Cree Usted
que podamos darnos la mano y empezar a caminar el mundo?
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