Para
comprender el origen del proceso del pensamiento es necesario partir del
concepto del dualismo hombre-tierra. Primero fue el hombre como producto de la
manifestación del impacto que le producía su medio ambiente o entorno. La
expresión de los impactos lo llevó a desarrollar lenguajes y símbolos que le
permitieran comunicar sus experiencias con la tierra misma.
Las vivencias
del binomio hombre-tierra representaron el fundamento a la primera forma de
conocimiento, el sensorial. El hombre primitivo trató de explicarse los
fenómenos naturales a través de sus sentidos. Por medio de la observación de
los hechos sacó conclusiones que le fueron valederas para su época.
Hubo un día
en que la materia tomó conciencia de sí misma y fue en ese en donde el hombre
empezó a relacionar los fenómenos de su mundo alrededor. La magnitud de su
universo circundante le produjo asombro y admiración. Sintió el deseo de
dedicar su capacidad incipiente en conocer todo su entorno y desarrolló
estrategias de conocimiento como los enunciados.
El hombre
empezó a pensar y a relacionar por obra del asombro o admiración que las cosas
a su alrededor le producían. Por medio de expresiones fantásticas plasmó su
realidad. En su forma primitiva dio rienda suelta a su sentimiento y a su
instinto. Todavía no tenía el rasgo de razón en forma fehaciente.
Aparece el
mito como una forma de explicarse aquella realidad del binomio hombre-tierra y
de ésta con la realidad universal. La mitología está conformada por el conjunto
de relatos o vivencias fabulosas, conjugadas con expresiones fantásticas, que
direccionaron al hombre en su estado inicial de cabeza pensante.
La
fragilidad del hombre frente a los impactos de su entorno le produjo una
mentalidad pesimista y temerosa. Fue así como se dedicó a fabricar instancias
superiores en diferentes niveles jerárquicos y les atribuyó poderes y voluntad.
Aparecieron los dioses personificados, representando fuerzas físicas y con
capacidad de gobernar y ejercer autoridad. Estos dioses imponen temor y exigen
tributo. Pero también premian a los que le son fieles.
El hombre en
su ascenso a la fase racional decidió someter su sobrevivencia a sus propias
capacidades. Así empezó la construcción de su gran civilización humana. Una
magna obra plagada de aciertos y desaciertos. Hoy al comienzo del nuevo siglo,
deberá hacer una reflexión que le permita edificar una sociedad más justa,
fundamentada en la solidaridad y el respeto a las personas y en el
reconocimiento de la diferencia.
Es el reto
que todos tenemos. Trabajemos de la mano hacia él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario