SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

2 de diciembre de 2015

LA DISCRECION

La mesura hace parte de la sabiduría del hombre, porque en cada uno de sus actos sabe plasmar lo que le conviene a los demás sin herirles y porque sabe que las heridas de los humanos producen grandes daños a la persona misma y también a la sociedad a la que pertenece. Hace parte de la sensatez y del tacto para actuar, hablar y opinar.

En cada horizonte de temporalidad aparecen los hombres sabios y los hombres necios. Todos hacen parte de la realidad social en aquel periodo de tiempo. Los sabios pertenecen al conjunto de los mesurados, de los que tienen reserva o cautela para no decir algo que se sabe o piensa. La mesura encierra la discreción, la moderación y la compostura.

La discreción es una cualidad escasa en el ser humano, pero es de gran significado para la coexistencia pacifica de la gente y de las comunidades. Lope de Vega aseguraba que “nunca el honor se perdió mientras duró el secreto”, pero, claro, difícilmente entenderá el indiscreto el significado de tan simple sentencia. Como tampoco asimilaría a Baltasar Gracián, cuando afirmaba que “la discreción en el hablar importa más que la elocuencia”, ni siquiera a Richelieu cuando aseguraba que “hay que escuchar mucho y hablar poco para gobernar bien un estado”. 

Somos parte de un engranaje social que nos exige prudencia en el hablar, porque siempre hay más gente de la que se imagina escuchando y siempre suele ser la quien tiene menos que oírlo. El talento para ser discreto se logra a partir del saber, lo todo y decir, lo poco, en otras palabras, saber lo que se ha de decir de lo que se sabe.

La institución de situaciones trascendentales para la especie humana ha de ser manejada a partir de la discrecionalidad de los dirigentes. Cada momento esta determinado por la posibilidad de error o de acierto y es necesario echar mano de una buena dosis de cordura, como estrategia para evitar el daño social.

En la vida cotidiana, las relaciones entre las personas tienen un componente de comunicación, el cual debe estar alimentado de la información que solamente requiere cada una de las partes. Cuando se falta a la discreción se comunica todo sin medir las consecuencias. Es el gran error del necio mencionado inicialmente.

Me queda una reflexión sobre mi gente: tengo amigos que tienen además otros amigos y estos otros, tienen otros amigos, esta conciencia me genera la necesidad de la discreción. Cuando se es discreto se es mas humano. Se es más sobrio de pensamiento y de actuar. Es el reto de los hombres que procuran el bien para los demás, sin detrimento de su esencia y de su yo.

Ser discreto es un deber social, hace parte de la responsabilidad de la especie humana que construye el mundo del mañana y hace parte de la conciencia social.

Verdad que somos discretos?

27 de octubre de 2015

RETO DE LOS AÑOS

Van pasando los años y ya no alcanzamos a contarlos, solo sé que tenemos menos tiempo para vivir pero que todavía nos quedan verdaderos retos. Al comienzo de la vida tenemos una bolsa llena de caramelos y queremos comerlos de una vez. Cuando empiezan a escasear detenemos la velocidad de ingestión y comenzamos a saborearlos en una forma pausada y de máxima degustación.

El hombre va tejiendo su quehacer cotidiano y deja su obra, buena o dañina, en la edad dorada de la juventud, otros la llaman la tercera edad, término que acuño como el que más se aproxima al momento que vivimos, los que  nacimos hacia la mitad del siglo XX.

Al final llegamos a la misma concepción de Mario Andrade (Poeta, novelista, y ensayista Brasileño). Un alto para que hagamos realidad aquella concepción.

“Ya no tengo tiempo para  reuniones interminables, en las que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se conseguira nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan ‘egos’ inflados.
No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.
Detesto, si soy testigo, los efectos que genera la lucha por un cargo importante.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos, si acaso...
Mi tiempo es escaso como para discutir  títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Con pocos caramelos en la bolsa...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reírse de sus errores.
Que no se vanaglorie con sus triunfos.
Que no se considere elegida antes de tiempo.
Que no eluda sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee únicamente caminar al lado de la verdad y de la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena vivirla.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas …
Gente a quien los duros golpes de la vida, le han enseñado a crecer con suaves caricias a su alma.
Sí… tengo prisa… para vivir con la intensidad que nada mas que la madurez puede dar.
Pretendo no mal emplear ni tan solo uno de los caramelos que me quedan.
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que me he comido hasta ahora.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres estimados, y con mi conciencia.  
Deseo que la tuya sea la misma, porque, de cualquier manera, también llegaras..."

4 de octubre de 2015

LA RISA y LA SONRISA

Por: Henry Gallo Flórez

Hay risas de amor y de dolor, igual que las sonrisas, que son el espejo del alma del humano. Cuando la tristeza embarga el ánimo, se ríe en medio del llanto. Pero cuando la felicidad es quien domina el espíritu en el alma humana, se ríe a carcajadas y se despeja y explota la garganta y la boca se muestra en su esplendor.

Reír es fuente de vida, es el gozo o el dolor que aflora, en un momento que emociona el ánimo de quien sintiendo placer lo reconoce o grita en medio de la risa, cuando siente el dolor punzante de la desesperación en la miseria que se acompaña con tragedia.

Ríe también el desquiciado, que ha perdido su conciencia y con mueca risueña demuestra en su amargura, que requiere de compasión o de ternura. La locura, se apodera de su mente, y en los momentos tristes enarbola una sonrisa transfigurada en gesto de dolor. Es el paciente de la miseria, ser incomprendido, que arrastra su final.

En los actos heroicos, el valiente se ríe del destino y enfrenta la realidad con estoicismo. Si muere, generaliza su sonrisa, ya sea en el campo de batalla o en el cadalso que le otorga su enemigo.
Pero la más ecuánime sonrisa es del ser amado, cuando nos mira y nos regala en ella su cariño, su amor, su comprensión o su deseo.

Vivimos pues en un mundo de sonrisas, buenas o malas, nos da lo mismo, porque ver reír la gente cuando ama o cuando llora, nos demuestra que son seres con corazón, que en sus conciencias se encuentra la humana convicción, que los hace distintos a los demás seres que pueblan este mundo.
Los animales, como los simios también ríen, pero no por convicción, sino por animalismo. Su sonrisa es sarcástica o bufa y no deja entrever sus pensamientos, ni su racionalidad, pues aparentemente carecen de ella. Son gritos lastimeros, llenos de angustia y no de sentimientos.

Qué decir de la risa de los niños o de la sonrisa del bebe cuando nos mira. Es el alma del humano mismo, aunque ésta en la razón no exista. La risa de los niños es algo bello, es la candidez llevada a la máxima expresión. Sus risas suenan como canticos en las aleluyas de los monasterios y de los templos que elevan las plegarias, pero que no reciben respuestas a sus ruegos, pero les dejan a los fieles la ilusión y el anhelo de suplir sus sueños.

Pero la más bella sonrisa, es aquella de la madre al ver a sus retoños cada día y al contemplar su obra dejada para que en ella se prolongue la existencia y sus genes lleguen a  nuevas vidas.

La sonrisa es la compensación a los dolores, a la fatiga y a la lucha inclemente, a la laboriosidad en nuestras vidas. Sin ella el mundo sería triste y acabaría muy pronto nuestras vidas, porque no habría compensación por nuestras obras, ni se reconocería con ella el cariño, el amor y la ternura.

La risa se convierte en risotada, como en aquel verso al payaso Garrid, cuando el poeta expresa con dolor en su obra - Reír Llorando -, que “hay que aprender a reír llorando y también a llorar a carcajadas”.


Envigado, septiembre 24 de 2015.

28 de septiembre de 2015

EN NUESTRAS MANOS

Editorial 26 de septiembre de 2015. El Espectador Colombia

El demonio, como dicen, está en los detalles, y a los acuerdos todavía les falta cincelar muchas particularidades que causan justas tensiones, tanto en Cuba como en Colombia. Pese a esto, la propuesta que el Gobierno y las Farc le hacen al país está cada vez más clara y los aportes de cualquier índole son bienvenidos, siempre y cuando sean eso: propuestas para mejorar lo pactado, no para destruirlo.

Por primera vez, desde que el gobierno de Juan Manuel Santos comenzó a negociar con las Farc, la pelota está en la cancha de todos los colombianos. Hay algo que, pese a todos los grandes retos que aún faltan por superar, parece cierto tras el anuncio del pasado miércoles en La Habana: habrá, con un altísimo nivel de probabilidad, un acuerdo para terminar el conflicto armado de más de medio siglo con la guerrilla más vieja del país. Lo que está por verse, sin embargo, es si todos los actores de la sociedad están dispuestos a dejar a un lado los discursos de guerra para ayudar en la construcción de una paz que, si no es de todos, simplemente no es viable.

El demonio, como dicen, está en los detalles, y a los acuerdos todavía les falta cincelar muchas particularidades que causan justas tensiones, tanto en Cuba como en Colombia. Pese a esto, la propuesta que el Gobierno y las Farc le hacen al país está cada vez más clara y los aportes de cualquier índole son bienvenidos, siempre y cuando sean eso: propuestas para mejorar lo pactado, no para destruirlo.

La pregunta previa que todos debemos hacernos antes de intervenir en este debate es esta: ¿estamos dispuestos a apostar por este esfuerzo concreto para hacer posible entre todos la construcción de un país distinto? Porque, más allá de toda la retórica sobre la paz —ese derecho fundamental que nuestra Constitución carga en su artículo 22 y siempre ha sido, a la vez, una promesa y una súplica—, lo que produjo la mesa es una base concreta que ha de llevar a la dejación de las armas y la transformación de las Farc en una fuerza política legal. 

Si eso va a traer la “paz” es un tema importante, pero sus consideraciones no son prácticas. La erradicación de la violencia y la desigualdad social, así como la reparación de las heridas que el conflicto ha causado, no terminan en la firma de un papel, pero sí pueden empezar ahí. De nosotros depende.

En ese sentido, es importante que la oposición recuerde que el disenso puede usarse para construir, para mejorar. Y no sólo les estamos hablando a partidos políticos particulares, sino a todas las personas que tienen reparos, preocupaciones o simple incomodidad frente al avance del proceso. Aunque el acuerdo no sea perfecto a sus ojos, sí necesita de su participación.

No son útiles —ni ciertos— los discursos fatalistas que hablan de una rendición del Estado ante las fuerzas terroristas. El acuerdo, de hecho, es una apuesta por fortalecer las instituciones democráticas para garantizar su subsistencia. Y ha sido tejido de la mano de una comunidad internacional que tiene elevados parámetros de verdad, justicia, reparación a las víctimas y garantías de no repetición.

Entendemos que estamos próximos a unas elecciones regionales y que mucho de lo que se dice busca un efecto en ellas. Si es mucho pedir un cambio inmediato, al día siguiente de las elecciones podrían comenzar a pensar en el país que nos merecemos.

Nuestro compromiso desde estas páginas seguirá siendo el mismo que nos fundó en 1887: aportar con nuestras ideas a enriquecer la discusión que nos permita tener un mejor país. Hoy en verdad creemos que, si seguimos haciendo las cosas bien, le daremos a Colombia una nueva oportunidad de existir sin definirse a partir de la violencia. Esa es una apuesta que no podemos dejar de hacer todos los colombianos.


http://www.elespectador.com/opinion/editorial/nuestras-manos-articulo-588911

21 de agosto de 2015

SERES HETERÓNOMOS

El ser humano existe durante un tiempo muy breve y a través de este puede darse cuenta, en una mínima parte, del mundo y del universo al cual pertenece; por ejemplo durante su camino de vida puede comprender la forma dicotómica de todo lo que le rodea.

Siempre en nuestra conciencia nos estamos moviendo entre dos opuestos, quiero decir, entre la luz y las tinieblas, la expansión y la contracción y así sucesivamente en la infinitud de casos de la existencia. Nuestro comportamiento también está enmarcado dentro de la dicotomía del mundo, porque los actos humanos pueden ser realizados desde la autonomía o desde la heteronomía.

Existen seres autónomos, los que se valen por sí mismos, toman sus propias decisiones, no dependen de nadie y construyen formas de liderazgo y de conducción y por ello son los que dejan a las generaciones posteriores un legado para el manejo propio de la vida. La gestión es realizada en forma independiente y no requieren de apoyo ni de actos extraños que apuntalen su proceder.

Otros, son los seres heterónomos, los que son manejados desde afuera, porque sus actuaciones y decisiones dependen de los semejantes que se mueven en su entorno, en este caso todos tienen mente pusilánime que pueden ser moldeadas por personas ajenas con intereses particulares y confusos.

Desde la construcción del ser, creo debemos tener nuestra autonomía porque ésta nos permite hacer uso de la libertad, uno de los grandes derechos del hombre. Cualquier ser humano establecido en cualquier sociedad tiene una cota de libertad, las acciones que puede hacer y las expresiones que puede manifestar y, asimismo, unas imprescindibles posibilidades por difundirlas, en una realizable libertad pública o social, que depende de sus recursos.

El ser heterónomo ata al hombre, lo somete al vaivén de las actuaciones del otro y encadena su pensamiento y su acción a otras formas que le hacen daño y acortan su camino de triunfo en la vida, por lo tanto vive según reglas que le son impuestas y que en el caso del ser humano se soportan contra la propia voluntad.

La ignorancia de las formas de actuar en el ser humano conduce a que otros más avanzados y autónomos se ensañen contra la forma de ver el mundo de aquellos faltos de conocimiento y de decisión y es por ello que la capacidad para sentirse culpables sea el estigma de su vida.

Desde el ser autónomo o desde el ser heterónomo podemos deducir cómo vivimos e interaccionamos con el mundo, dando paso al determinismo, causa-efecto y desde este concepto se puede predecir el resultado del acto que se realiza. Vale el hombre por su grado de autonomía y responsabilidad de pensamiento.


El determinismo autonómico permite el comportamiento humano desde el libre albedrío, y desde éste puede construir su mundo responsable y rodeado de sinceridad. El heteronómico es de manipulación y de actos cuestionados por sus niveles de inconsciencia y adaptación.

21 de junio de 2015

EL EJERCICIO DEL PODER

Ya desde sus inicios, una vez se formaron las primeras sociedades, la humanidad vio la necesidad de organizar el ejercicio del poder, con el fin de facilitar el gobierno de las primeras comunidades. Entonces surgió la política.

Si nos atenemos a los tratados sobre la historia de la humanidad, encontramos que este arte fue adquiriendo refinamiento con el transcurso de los tiempos.

Como quiera que nuestra civilización tiene sus orígenes en Grecia, pues es hacia allá adonde debemos remontarnos para encontrar su significado y su orientación. Más aún, su etimología tiene su génesis en la cultura griega, en donde tomó arraigo gracias al tratado homónimo de Aristóteles.

No obstante, los inicios de la política se remontan al neolítico, cuando la sociedad comenzó a organizarse en un sistema jerárquico y ciertos individuos adquirieron poder sobre los demás miembros de la comunidad. Antes de esto, el poder residía en quien tuviera mayor fortaleza física o en el más inteligente del grupo. Algunos teóricos aseguran que este tipo de organización también puede ser considerado como una forma de política, por lo que se podría afirmar que la política es tan antigua como la propia humanidad.

Los sistemas políticos de la antigüedad eran generalmente absolutistas ya que la totalidad del poder se encontraba en manos de un único sujeto. En Grecia, existían también algunas ciudades-estado donde se practicaba una democracia parcial y se llevaban a cabo asambleas. Sin embargo, es a partir de la Revolución Francesa cuando el esquema político experimentó un cambio significativo, porque desde ese momento se instauraron regímenes con características democráticas, donde la toma de decisiones debe responder a la voluntad general.

Empero, no siempre se logra ese ideal democrático de un gobierno “del pueblo, con el pueblo y para el pueblo”, objetivo primario de la democracia, pues son muchos los gobernantes que en la historia de cada nación han sido, que interponen sus propios intereses y los de sus allegados familiares o de secta, a los del pueblo que los eligió, Y, entonces, la democracia en este tipo de países se convierte en un simple juego electoral, pues la codicia, la avaricia y la soberbia (éstas sí, pasiones del alma -y de las más negativas-) se convierten en los paradigmas de la política.

Lamentablemente Colombia está dentro de esa extensa lista de países con una democracia de papel. Es decir que sólo existe en la Constitución Política, pero no se pone en práctica.

Y lo que es peor, estos gobernantes, no contentos con haber administrado con intereses mezquinos (y hasta haber llegado a cometer desafueros e incluso delitos), al dejar el gobierno su sed de poder puede más que la vergüenza y la dignidad e insisten (mediante frases melifluas) en ponerle palos a la rueda gubernamental de su sucesor, con el único ánimo de convertirse ante los miopes ojos de sus parciales, como el único capaz de salvar del caos a la nación que dejaron en un desbarajuste impresionante. De tal magnitud, que muchos de quienes fueron sus colaboradores están en la cárcel o están haciendo cola para ser juzgados; aun cuando no faltan los fugitivos.

Como dijera Aldous Huxley, literato británico, “Cuanto más siniestro es un político, más pomposo es su lenguaje.”


http://www.maganguehoy.com/index.php/editorial/2032-el-ejercicio-del-poder

8 de junio de 2015

DOCTOR, SOY MORTAL

La obsesión de la medicina moderna por prolongar la existencia puede recortar la libertad de las personas en la última fase de sus vidas.

Joseph Lazarov padecía un cáncer de próstata incurable. Un día su pierna se paralizó y fue hospitalizado. La enfermedad se había extendido a la columna. Pese a que no existía la posibilidad de una recuperación razonable, que le permitiera una calidad de vida aceptable para él, quiso someterse a una operación de alto riesgo para extirpar la creciente masa tumoral. “No deis mi caso por perdido”, suplicó a los médicos.

La intervención fue técnicamente perfecta. Pero supuso el detonante de decenas de molestas y dolorosas complicaciones (fallos respiratorios, infecciones, coágulos, hemorragias…). El paciente, de sesenta y tantos años, pasó sus últimas horas postrado en una cama en una fría sala de cuidados intensivos, entubado. Todo salió mal. Murió 15 días después. “Le torturamos durante dos semanas, y luego murió; pasara lo que pasara, lo cierto es que no podíamos curarle”, reconoce Atul Gawande, uno de los cirujanos que le atendió, hace ya una década.

El paciente no estaba preparado para morir, ni sus médicos supieron cómo hablar con él sobre la verdad de su estado, a pesar de que las consecuencias de la operación eran muy previsibles. “Aprendí muchísimas cosas en la facultad, pero la mortalidad no figuraba entre ellas. Nuestros libros no decían casi nada sobre el envejecimiento.

A nuestro modo de ver, y al de nuestros catedráticos, el objetivo de la enseñanza de la medicina era que aprendiéramos a salvar vidas, no a cómo ocuparnos de su final”, afirma Gawande, también profesor de Harvard, en la introducción de Ser mortal, la medicina y lo que importa al final (Galaxia Gutenberg). El libro, publicado en España el mes de marzo, refleja uno de los grandes debates actuales: el papel de los médicos en un mundo en el que cada vez más gente vive hasta bien entrada la vejez.

Los importantes avances registrados en medicina en el último siglo han proporcionado gran parte de la humanidad una existencia mejor y más larga. En 1790, las personas de 65 años o más suponían menos del 2% de la población en Estados Unidos; hoy son el 14%. En Alemania, España, Italia y Japón, rondan el 20%. China se ha convertido en el primer país del mundo con más de 100 millones de personas ancianas. Y las cifras van en aumento. Pero existe cierto consenso en que, en más ocasiones de las deseadas, se llevan demasiado lejos los intentos por prolongar la vida y se habla poco con el paciente sobre sus preferencias.

La definición de cómo debe ser la última parte de nuestra existencia está en el centro de un intenso debate. Frente a la creencia de que vivir muchos años suele dar la felicidad, cada vez se pone más el énfasis en que no todos aspiran a batir marcas de longevidad. “Somos criaturas mortales, con cada vez menos salud, y debemos aspirar a tener la mejor vida posible hasta el final. La medicina debe ayudar en ese proceso. Hemos medicalizado la última fase de la vida, que cada vez dura más años. La gente tiene más objetivos aparte de vivir más”, explica Gawande en una entrevista telefónica desde Boston, donde vive y trabaja.

¿Morir en casa o en el hospital? ¿Reanimación en caso de parada cardiorrespiratoria? ¿Suministro de antibióticos si se detecta una infección, pese a que se trate de un enfermo terminal o de muy avanzada edad? ¿Afrontar los riesgos asociados a una operación o vivir fuera de un hospital los últimos meses? ¿Vivir menos pero con mayor calidad de vida o ir tirando? Las respuestas son extraordinariamente personales y únicas y deben de ser respondidas. Iona Heath es una de las profesionales de la salud que han analizado las repercusiones de la negación de la muerte para el paciente.

En un libro de referencia en este tema, Ayudar a morir (Katz Editores), la médica británica cita un estudio esclarecedor al respecto, realizado en Estados Unidos entre pacientes con cáncer avanzado y demencia avanzada: en el 24% de los casos se intentó reanimar al moribundo, mientras el 55% de los pacientes con demencia murieron con los tubos de alimentación. “Uno de los encuentros más desafortunados de la medicina moderna es el de un anciano débil e indefenso, que se acerca al final de su vida, con un médico joven y dinámico que comienza su carrera”, explica la doctora de familia.

Uno de los efectos del enorme avance científico es que la muerte se ha trasladado a los hospitales. La gente fallece rodeada de máquinas y de profesionales sanitarios a los que no conoce. En 1995, la mayoría de los fallecimientos en Estados Unidos se producían en el domicilio; en los ochenta, solo el 17% de los casos. La tendencia en Europa es similar. “La medicina actual ha convertido las vidas cortas y las muertes rápidas del pasado en unas vidas largas y unas muertes lentas”, según el psicólogo Ramón Bayés, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona de 84 años, y estudioso de la salud (oncología, sida, envejecimiento y cuidados paliativos), que también ha escrito sobre el tema. El problema es que la posibilidad de demorar el proceso de morir se ha convertido, en muchos casos, en el objetivo a alcanzar.

Bayés cita un ejemplo de este cambio de paradigma: “Un campesino viudo que durante su larga existencia ha vivido siempre en un entorno familiar físico y afectivo le sobreviene un derrame cerebral y una ambulancia lo traslada con rapidez a un gran hospital de la ciudad, donde muere solo, en un lugar extraño, en ninguna parte”. Hace 50 años, casi con toda seguridad, habría muerto en casa.

Cristina Galindo

http://elpais.com/elpais/2015/06/04/ciencia/1433408846_350341.html

1 de junio de 2015

“HE PERDIDO LA FE EN EL MUNDO ACADÉMICO” Dura crítica de un estudiante de doctorado

El estudiante Gene Bunin se retiró decepcionado de su doctorado que estaba a punto de concluir y escribió esta carga a todos los estamentos académicos, profesores, investigadores y estudiantes de la prestigiosa Escuela Politécnica Federal de Lausana en la que cuestiona la formación que se le estaba dando pero sobretodo el propósito, más orientado hacia lo mercantil sin aportarle mayores beneficios positivos al mundo o a la sociedad en las que se vive. Esta fue la polémica y crítica reflexión del estudiante nacido en Moscú y emigrado a Estados Unidos quien pretendía concluir un doctorado en ciencia en el famoso Politécnico de Laussane en Suiza que expresó a través de esta carta pública.

Querida  Escuela Politécnica Federal de Lausana:

Les escribo para decirles que después de cuatro años de duro pero agradable trabajo de doctorado en esta escuela, tengo la intención de abandonar mi tesis en enero, tan sólo a unos meses de terminarla. Originalmente había pensado dirigir esta carta sólo a mis tutores. Sin embargo, mientras la escribía me di cuenta de que el mensaje de ésta puede ser pertinente para cualquier persona involucrada en la investigación y así he ampliado su alcance un poco. En concreto está dirigida a estudiantes de posgrado, investigadores postdoctorales, investigadores de alto nivel y profesores, así como para la gente en los más altos niveles de la administración de la escuela.

Mientras que podría dar una multitud de razones para abandonar mis estudios -algunos más concretos, otros más abstractos- la motivación esencial surge de mi conclusión personal de que he perdido la fe en el mundo académico de hoy como algo que trae un beneficio positivo para el mundo o para las sociedades en las que vivimos. En cambio, estoy empezando a pensar en él como una gran aspiradora de dinero que se lleva subvenciones y escupe resultados nebulosos, impulsada por personas cuya principal preocupación no es avanzar en el conocimiento y lograr un cambio positivo, aunque pueden hablar de tales cosas, sino agrandar su currículum y propulsar/mantener sus posiciones académicas. Pero más sobre esto en un momento.

Antes de continuar quiero ser muy claro acerca de dos cosas. En primer lugar, no todo lo que voy a decir aquí es de mi experiencia de primera mano. Mucho también se basa en las conversaciones que he tenido con mis compañeros, con gente fuera de la EPFL y refleja tanto sus experiencias como la mía. En segundo lugar, ninguna de las declaraciones negativas que hago en esta carta debe ser tomada como ataques personales por ninguno de sus lectores. No es mi intención demonizar a nadie, ni apuntar a individuos específicos. Voy a añadir que, tanto aquí (en la EPFL) como en otros lugares, he conocido a algunas personas excelentes y no me atrevería – ni ahora ni en cien años – a acusarlos de lo que escribí en el párrafo anterior. Sin embargo, el miedo y la sospecha es que estas personas son pocas, y que son ellas quienes están siendo marginadas por un sistema, que alimentándose de nuestras debilidades humanas innatas, se está saliendo rápidamente fuera de control.

No sé cuántos de los estudiantes de doctorado que leen esto han entrado en sus programas de doctorado con el deseo de realmente aprender y de alguna manera contribuir a la ciencia de una manera positiva. Personalmente yo sí lo hice. Si tú también lo hiciste, entonces probablemente compartes por lo menos alguna de las frustraciones que voy a describir a continuación.

Academia: No es ciencia, es negocio

Voy a comenzar con la suposición de que el objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad para mejorar nuestra comprensión del universo que nos rodea y de alguna manera utilizar ese entendimiento para llevar al mundo hacia un futuro mejor. Al menos esa es la propaganda con la que hemos sido alimentados desde jóvenes y esa es por lo general la propaganda que las universidades que hacen investigación emplean para ponerse en un terreno moral elevado, para decorar sus páginas web y para reclutar a jóvenes ingenuos como yo.

También voy a suponer que con el fin de encontrar la verdad, el requisito básico es que uno como investigador tiene que ser brutalmente honesto, sobretodo con uno mismo y con la calidad del trabajo propio. Aquí uno se encuentra inmediatamente con una contradicción, pues tal honestidad parece tener un papel muy secundario en la agenda de la mayoría de las personas. A poco tiempo de adentrarse en el mundo académico, se aprende que el ser “demasiado honesto” sobre el trabajo propio es algo malo y que mencionar las deficiencias de tu investigación “muy abiertamente” es un gran paso en falso.

En cambio, se te enseña a “vender” tu trabajo, a preocuparte de tu “imagen”, y a ser estratégico en tu vocabulario y donde tienes que utilizarlo. Se da preferencia a una buena presentación sobre un buen contenido – una prioridad que, aunque comprensible a veces, ahora ha ido demasiado lejos. La forma “malvada” de hacer contactos (véase, por ejemplo: click ) parece estar alentada abiertamente. Con tantos aspectos comerciales de que preocuparse, es realmente sorprendente que de hecho algo de investigación se siga haciendo estos días. O tal vez no, ya que son precisamente los aún ingenuos estudiantes de doctorado quienes hacen casi todo.

Además de sentir la gran injusticia de todo esto – a los estudiantes, quienes hacen el verdadero trabajo, se les paga sorprendentemente poco, mientras que a los tutores se les paga muy bien – el estudiante de doctorado a menudo se queda pensando si sólo está haciendo ciencia hoy para después poder ocupar los puestos administrativos de sus tutores. Lo peor es cuando un estudiante de doctorado que quiere quedarse en la academia acepta esto y comienza a jugar del otro lado de la mesa.

Todos los estudiantes de doctorado que lean esto, inevitablemente conocerán a alguien con la mala suerte de haber encontrado un tutor que ha aceptado este tipo de dinámica y que ahora está aplicándola en sus propios estudiantes – obligándolos a escribir artículo tras artículo y a trabajar cantidades ridículas de horas para que el asesor pueda avanzar en su carrera o, como con frecuencia pasa, para obtener la permanencia definitiva. Esto es inaceptable y tiene que parar. Y sin embargo, mientras escribo esto me acuerdo de cómo la EPFL ha establecido su propio sistema de permanencia definitiva no hace mucho tiempo.

Academia: La mentalidad de cabeza

Un aspecto muy triste de todo el sistema académico es la cantidad de autoengaño que ocurre, la cual es una “habilidad ” que muchos de los nuevos reclutas son obligados a dominar desde el principio. Como muchos estudiantes de doctorado no pueden elegir su tema de investigación, se ven obligados a adoptar lo que sus asesores hacen y a crear “algo original” con ello para que algún día eso pueda llegar a convertirse en una tesis. Todo esto está bien y es aceptable cuando el tema es realmente interesante y tiene potencial. Personalmente, tuve la suerte que este fuera el caso para mí, pero también sé de bastante gente que, después de haber recibido su tema, se dieron cuenta de que la dirección de su investigación era de importancia marginal y no tan interesante como les fue vendido por su tutor.

Esto parece dejarle al estudiante un ultimátum desagradable. Obviamente decirle al asesor que la investigación no es prometedora u original no funciona – el asesor ya ha invertido mucho de su tiempo, reputación y trayectoria en el tema y no será convencido por alguien con la mitad de su edad de que ha cometido un error. Si el estudiante insiste él o ella será etiquetado como “obstinado” y si la insistencia es demasiado fuerte no será capaz de obtener el doctorado. La alternativa, por muy desagradable que esta sea, es mentirte a ti mismo y encontrar argumentos para estar moralmente cómodo y con esto de alguna manera convencerte de que lo que estás haciendo tiene un valor científico importante. Para quienes la obtención de un doctorado es un deber inamovible (normalmente por razones financieras) la elección, aunque trágica, es obvia.

El verdadero problema es que este hábito puede fácilmente ser llevado más allá de los estudios de posgrado, hasta que el estudiante mismo llegue a ser como el investigador, con la mentalidad inversa de “es importante porque he gastado muchos años de mi vida trabajando en ello”.

Academia: Donde la originalidad te dañará

La buena y sana mentalidad sería naturalmente trabajar en aquella investigación que consideremos importante. Desafortunadamente, la mayoría de ese tipo de investigaciones está llena de retos y es difícil de llegar a publicar. Además, el sistema actual de publica-o-perece hace difícil el mantener un laboratorio mientras se trabaja en problemas que requieren cuando menos de diez años de trabajo antes de que se pueda reportar el más pequeño de los resultados preliminares. Peor aún, los resultados pueden llegar a no ser entendidos, lo que en algunos casos es el equivalente a ser rechazados por la comunidad científica. Reconozco que esto es difícil, y no me atrevería a criticar a aquellos que han escogido no perseguir tan “arriesgados” problemas.

Idealmente, el sistema académico debería incentivar a aquellas personas que ya están bien establecidas a alcanzar estos retos y estoy seguro que algunos de ellos ya lo hacen. Sin embargo, no puedo evitar pensar que la mayoría de nosotros estamos evitando las verdaderas preguntas y nos conformamos con las pequeñas y fáciles que sabemos que pueden ser resueltas y publicadas. El resultado es una cantidad masiva de literatura científica llena de contribuciones repetitivas y marginales. Esto, en cambio, no es necesariamente algo malo si lo que deseas es obtener un buen currículo.

Academia: El agujero negro del oportunismo en la investigación

De hecho, escribir un montón de artículos de valor cuestionable acerca de un tema popular parece ser una muy buena manera de avanzar en tu carrera académica en estos días. Las ventajas son evidentes : no hay necesidad de convencer a nadie de que el tema es pertinente y es muy probable que seas más citado ya que más personas pueden trabajar en cosas similares. Esto, a su vez, aumentará tu factor de impacto y te ayudará a establecerte como un investigador reconocido, independientemente de si tu trabajo es realmente bueno o importante. Asimismo de esta forma se establece una especie de red en la que otros investigadores (igualmente oportunistas) te dan palmaditas en las espalda mientras tú haces lo propio.

Desafortunadamente, esto no sólo lleva a favorecer la cantidad sobre la calidad, sino que muchos investigadores, habiéndose hecho dependientes de este efecto de arrastre, después necesitan encontrar formas de mantenerlo vivo incluso cuando el campo comienza a estancarse. Los resultados suelen ser desastrosos. O bien los investigadores comienzan a pensar en extensiones creativas pero completamente absurdas de sus métodos para usos para los que no son apropiados, o tratan de inhibir a otros investigadores que proponen alternativas más originales y eficientes (por lo general hacen ambas cosas). Esto a su vez desalienta a los nuevos investigadores a buscar alternativas originales y los anima a “subirse al carro” que aunque se basó en una buena idea, ahora se ha estancado y es mantenido por nada más que la pura voluntad de la comunidad que se ha vuelto dependiente de él . Entonces se convierte en un gigantesco y muy costoso desastre.

Academia: Estadísticas a granel

“Los investigadores con artículos son como niños”, me dijo una vez un investigador. Y, de hecho, parece existir una malsana obsesión entre los académicos al respecto de su número de citas, de su factor de impacto y de su número de publicaciones. Esto lleva a cualquier cantidad de sinsentidos: investigadores realizando “citas estratégicas”, escritura de recomendaciones “anónimas” donde se sugiere a los autores del artículo revisado a citar el trabajo propio y hasta a intercambiar artículos entre colegas con el entendido de “yo-leeré-el-tuyo-si-tú-lees-el-mío”. Si se pregunta, nadie aceptará preocuparse por sus citas, y aún así esas mismas personas con seguridad sabrán de memoria el número de veces que sus artículos han sido citados. Admito que yo mismo he estado en esa posición y me odio por lo mismo.

En la EPFL el rector nos manda un correo electrónico cada año diciendo lo bien que la escuela está ubicada en los rankings. Yo siempre me pregunto cuál es el punto de estos correos. ¿Por qué habría de preocuparle a los científicos si la institución está ubicada en la décima u onceava posición por tal o cual comité? ¿Se trata de elevar nuestros ya hinchados egos? ¿No sería mejor si el rector nos enviara un reporte anual donde se mostrara la forma en que el trabajo de la EPFL está afectando el mundo o como éste ha contribuido a resolver ciertos problemas importantes? En cambio, se nos dan estos estúpidos números que dicen a qué universidades podemos mirar con desprecio y a cuales aún debemos rebasar.

Academia: La tierra salvaje de los egos gigantes

Con frecuencia me pregunto si mucha gente en la academia viene de infancias inseguras donde nunca fueron los más fuertes o los más populares entre sus compañeros y habiendo estudiado más que ellos, ahora están en busca de venganza. Sospecho que sí, ya que es la única explicación que puedo encontrar para entender porque ciertos investigadores atacan, de mala manera, el trabajo de otros. La manifestación más común de esto tal vez sea el sistema de revisión por pares, donde estas personas abusan de su anonimato para decirte, sin términos ambiguos, que eres un idiota y que tu trabajo no vale ni un montón de estiércol.

De forma ocasional, algunos tendrán el descaro de hacer lo mismo durante conferencias, aunque todavía no he observado personalmente esto último.

Más de una vez he escuchado a investigadores de diferentes campos referirse a los métodos de otros con descripciones tan bellas como “basura” o “porquerías”, algunas veces aún extendiendo estas calificaciones a métodos pioneros cuyo único crimen es ser viejo por algunos años. A veces, estas personas descansarán de hablar mal de la gente de su misma área y cambiará su atención a otros campos – la investigación tecnológica, por ejemplo, algunas veces se burlará de la investigación realizada en las humanidades, ridiculizándola como absurda e inconsecuente, como si lo que ellos hiciera fuera más importante.

Academia: El truco más grande que alguna vez realizó fue convencer al mundo de que era necesaria

Tal vez la pregunta más crucial que la gente en la academia debería preguntarse a sí misma sea esta: “¿Realmente somos necesarios?”. Año tras año, el sistema toma toneladas de dinero vía cualquier forma de becas y subvenciones. Mucho de este dinero después se ocupa en pagar a subvalorados y malpagados estudiantes de posgrado quienes, con o sin la ayuda de sus tutores, producen algún resultado. En muchos casos, estos resultados son incomprensibles para todos excepto para un pequeño círculo, lo cual hace difícil calificar su valor de una forma objetiva. En algunos casos raros, la incomprensibilidad es de hecho justificada. El resultado puede ser tan poderoso, pero puede requerir tanto desarrollo matemático, que realmente se requiera un doctorado para entenderse. En muchos casos, sin embargo, los resultados pueden requerir muchas matemáticas, pero puede llegar a ser inútil en aplicación.

Esto está bien, porque el progreso real es lento. Lo que es molesto es cuantas subvenciones se le pueden sacar a un resultado puramente teórico antes de que los investigadores se decidan a producir algo útil y práctico. Peor aún, muchas veces parece no haber una necesidad en la gente en la academia de ir y aplicar su resultado, aún cuando esto es posible, lo que probablemente se deba a su miedo al fracaso – se está moralmente a gusto investigando sus propios métodos siempre y cuando estos funcionen en teoría, pero nada lastimaría más que ir y tratar de aplicarlo y aprender que no sirve en realidad. A nadie le gusta publicar artículos que muestren como sus métodos fallan (aunque, desde la perspectiva científica, están obligados a hacerlo).

Estos son sólo algunos ejemplos de las cosas que desde mi humilde perspectiva están mal en la academia. Otras personas probablemente podrían agregar otras y podríamos ir y escribir un libro al respecto. El problema, como lo veo, es que no estamos haciendo mucho para corregir estos asuntos y no hay mucha gente que haya aceptado que “la verdadera ciencia” simplemente es un ideal que inevitablemente desaparecerá con el sistema actual trabajando como lo está haciendo. Entonces, ¿por qué arriesgar nuestras carreras y reputaciones para pelear por una noble causa que la mayoría de la academia no valorará de todas formas?

Voy a terminar esta carta diciendo que yo no tengo la solución a estas cosas. Dejar mi doctorado no es una solución – simplemente es una decisión personal – y no animo a otras personas a hacer lo mismo. Lo que sí quiero fomentar es un tipo de conciencia y responsabilidad. Pienso que hay muchos de nosotros, ciertamente de mi generación, a quienes nos gustaría ver a la academia como un sinónimo de ciencia. Sé que a mi me gustaría, pero he renunciado a que esto suceda así que buscaré a la ciencia verdadera desde otro camino.

Hubo un tiempo en que pensé que me sentiría orgulloso de poner las letras Dr. antes de mi nombre, desafortunadamente esto ya no es así. Sin embargo, nada puede quitarme el conocimiento que he ganado durante estos cuatro años y por eso, EPFL, te estaré eternamente agradecido.

Academia: “Trabaja duro, joven padawan, para que algún día tú también puedas dirigir tu propio laboratorio”

A veces me resulta tanto divertido como aterrador que la mayoría de la investigación académica en el mundo en realidad se está haciendo por gente como yo, que ni siquiera tenemos un doctorado. Muchos investigadores, de quienes se esperaría que fueran los que empujaran la ciencia hacia adelante con sus décadas de experiencia, hacen sorprendentemente poco y sólo se aparecen para administrar a sus estudiantes, quienes se matan como esclavos en artículos que después son firmados por sus tutores en una especie de “cuota” por haberse tomado el tiempo de leer el documento (a veces, en casos particularmente desesperados, pueden incluso tratar de robar el lugar del primer autor). Rara vez me entero de tutores que realmente revisen todo el trabajo de sus estudiantes con todo rigor y detalle; la mayoría parece haber adoptado el enfoque de “si se ve bien, podemos enviarlo para su publicación”.

Gene Bunin
http://www.las2orillas.co/la-academia-es-ciencia-es-negocio/

20 de mayo de 2015

CORRUPCIÓN

Quizás una de las graves enfermedades que aqueja nuestra estructura social es la corrupción, que permea prácticamente todas las instituciones nacionales.

Son muy mediáticos los casos de corrupción oficial, de la que no se escapa prácticamente ninguna entidad... corrupción en la salud, en la contratación, en las fuerzas armadas, en las alcaldías, en las gobernaciones, en los institutos descentralizados, en las altas cortes.

Pero muy poco de habla de la corrupción en el sector privado. Miembros de juntas directivas o presidentes de compañías que se aprovechan de información confidencial privilegiada para, por intermedio de testaferros, hacer negocios en su beneficio personal. Jefes de compras que reciben comisiones de los proveedores para favorecerlos con pedidos. Y es tan corrupto el que recibe la “coima” como el que la ofrece.

Altos empleados que piden reintegro de gastos que no efectúan. Gerentes que con la complicidad de contadores y revisores fiscales, maquillan la información para volver buenos resultados unas pésimas gestiones.

Empresas competidoras entre sí, que forman “carteles” para manipular mercados, precios y territorios. Vendedores que tienen contrato de exclusividad con una empresa pero que manejan otras líneas que compiten con las de la compañía que les paga.

Y así, múltiples formas de corrupción en el sector privado que cuando se destapan se resuelven casi siempre con el despido del funcionario. De ahí no pasa. El corrupto, muy orondo, vuelve a ser contratado sin ser sometido a ningún tipo de sanción moral o económica.

En el sector público, escasas, pero se dan sanciones pecuniarias y morales para los corruptos. Qué tal si las empresas privadas adoptaran un código de conducta para informar, por ejemplo, a las Cámaras de Comercio el nombre de esos funcionarios de forma que esas listas se puedan consultar públicamente.

Seguramente dirán que eso atenta contra la libertad individual o contra el libre desarrollo de la personalidad. Pero es urgente que se tengan herramientas efectivas para combatir quizás el mayor mal de nuestra sociedad.


Julio César Tettay  Calle
http://www.elcolombiano.com/cronologia/noticias/meta/julio-cesar-tettay-calle

16 de mayo de 2015

CODIFICAR LA ÉTICA

En otro momento hablábamos de la moda o proliferación de códigos éticos, impuesta entre instituciones públicas, e incluso algunas empresas. Pues bien, recientemente, como se informó, una formación política presentaba también su Código Ético. Y pensamos, en voz alta, por qué diantres hay que elaborar un código ético cuando realmente la ética es una virtud que debe caracterizar al hombre. Decía Aristóteles: “El hombre virtuoso sabe conducirse bien y seguir el camino recto”, y subraya que la virtud es “un medio entre dos vicios, que pecan uno por exceso, otro por defecto”.
O lo que es lo mismo. La ética, la moral, la virtud, reside en la persona, pues cada uno ha de obrar en consecuencia con unos principios morales, dado que de no hacerlo, es actuar “amoralmente” y esto, en aquellos que se dedican o se quieren dedicar a la política, es una exigencia de primer nivel.
Parafraseando al filósofo griego antes mencionado, “la ciencia política y la prudencia son una sola y misma disposición moral”. Pues bien, Anova, en su anunciado código ético, afirma que les “guiará” su actuación si consiguen algún escaño en la nueva corporación municipal y afirman que dimitirán si hacen una “mala gestión o incumplimiento flagrante y no justificado del programa”. Y por supuesto, rechazan regalos y privilegios y abogan por “finanzas éticas”.
Sobre el papel todo queda muy bonito, pero en realidad, ¿es necesario un código que regule el comportamiento de la clase política? A priori, toda aquella persona que ejerza la política, ¿no se da por hecho que es honesta?...
Como decimos, mal andan las cosas si tenemos que regular la actuación pública de quienes aspiran a algún resorte del poder. Y por supuesto, la ética no es necesario “codificarla”. Esto es un invento de la modernidad con el que se pretende paliar la carencia de bondades en toda aquella persona que pretende desempeñar una función al servicio del ciudadano y a la que accede mediante sus votos.
Juan José Feijóo

http://www.laregion.es/opinion/juan-jose-feijoo/codificar-etica/20150515083526543789.html