SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

17 de julio de 2014

NUESTRA TIERRA VIVE

Hoy estamos acostumbrados a ver nuestra tierra flotando en el universo, conocemos su forma y su apariencia y la tenemos grabada en nuestro cerebro. Las naves espaciales, producto del desarrollo científico y tecnológico, nos han entregado este regalo. La imagen de la madre tierra, bella, frágil y bailando alrededor del sol hace parte de nuestra memoria cotidiana.

La imagen fantasmal de la tierra vista desde el espacio se ha convertido en un verdadero ícono de todos los medios de comunicación y esta empieza a crear conciencia universal sobre el único apartamento que tenemos en el universo, al menos por ahora.

Esta conciencia subliminal de nuestro planeta ha empezado a generar una conceptualización alrededor del equilibrio que se presenta en el sistema solar. Estoy hablando de una capacidad de entender la vida en este vasto océano de colores verde y azul que nos cobijan.

Desde el verde de las plantas que se agrupan en la forma de frondosas selvas, hasta el azul que cubre el vaivén de los océanos y el blanco de las nubes, en un firmamento también azul, la tierra parece ser un ser vivo, encargada de proteger todas las formas de vida animal y vegetal.

Devereux en su teoría GAIA dice: “El mayor organismo vivo que hay en la tierra es la tierra misma”. Tiene la capacidad de autorregularse como estrategia de protección de todas las formas vivas.

El mundo actual se mueve en forma dicotómica. La primera forma se analiza desde una visión del mundo desde lo “económico” la cual defiende que debemos explotar el planeta en aras del “progreso”. Es necesario crecer desmesuradamente, habitar el planeta de una manera caótica. Es necesario generar riqueza a partir de la explotación de los recursos no renovables. Es significativo producir en forma masiva y promover el consumismo.

La visión contraria dice “que lo que es demasiado caro” es no cambiar nuestra forma de proceder, porque el tejido de la vida en la tierra corre un peligro obvio, se percibe un desastre en potencia.

Los pueblos primitivos veneraban la tierra y a partir de su sensibilidad religiosa le rendían culto, la consideraban la madre de la vida. Hoy la tecnología y el desarrollo científico le han permitido al hombre el dominio de la naturaleza y entonces se ha sustituido la veneración de la tierra por la estrategia de la explotación irracional de sus recursos.

Estamos entrando en el camino del no retorno, porque hemos abandonado el manto tutelar que nos tiende nuestro planeta y nos hemos dedicado a su saqueo. Apenas empezamos a comprender que hemos dañado la tierra y que esta se manifiesta, en sentido pesimista, con los desastres del cambio climático que empezamos a vivir.


Esta es la obra del hombre construida sobre el afán de la sobre explotación y la obtención de riqueza desmesurada, destructiva de la conciencia humana.

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