SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

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19 de marzo de 2008

LOS ACTOS HUMANOS

LOS ACTOS HUMANOS

Definición de acto humano

Son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento y voluntad. En ellos interviene primero el entendimiento (que conoce el objeto) y luego la voluntad (que lo busca o lo rechaza). En estos casos el hombre es dueño y responsable de sus actos. Sólo en los actos humanos puede darse valoración moral.

La categoría singular del hombre, que le distingue y eleva por encima de los otros seres de la creación visible, radica en que está dotado de inteligencia y voluntad, con libertad armonizada con la de sus semejantes, para tomar decisiones. Las expresiones cotidianas racionales del hombre caen en el concepto de acto humano. El pensar y el razonar son actos propios del hombre y están sometidos a una coacción de la voluntad determinada por su conciencia moral. Esta es el tribunal interior que juzga el bien y el mal.

No son actos humanos

Los actos meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes a los animales. Por ej. La nutrición, circulación de la sangre, respiración. Los actos del hombre: los que proceden del hombre, pero falta advertencia (locos, niños sin uso de razón) o la voluntariedad (por coacción física, p. ej.) o ambas (el que duerme, p. ej.)

En la experiencia más elemental del ser humano se produce un fenómeno que conviene señalar: sabe que obra bien o que obra mal, que sus acciones son buenas o malas. Lo sabe porque se lo dice la conciencia, esa voz interior que avisa: hay que hacer el bien y evitar el mal. Pero la conciencia no hace más que traducir la convicción previa de que tenemos grabada en lo profundo una ley, a la que debemos someternos; de modo que, si obramos de acuerdo con ella, obramos bien; y si la contradecimos, obramos mal.

Por ser libre, el obrar humano posee una contingencia constitutiva: es concreto, cambiante, circunstancial. Lo que hago puedo no hacerlo, o hacerlo de otro modo. Las circunstancias no determinan totalmente mi actuar, sino que puedo asumirlas más o menos, y de un modo u otro. Por todo ello con mis actos puedo lograrme como persona o malograrme, superarme o degradarme; mis acciones me desvelan o me encubren. En una palabra, son autorreferenciales, es decir, revierten sobre el sujeto modelándolo para bien o para mal.

Otra característica del obrar humano es su singularidad: se construye decisión a decisión, paso a paso, de tal modo que en cada acto se compromete la persona entera; cada acto singular resume toda la vida, y la orienta o no en el horizonte de la vocación. La conciencia moral permite darnos cuenta de los efectos de nuestra conducta y nos inhibe o nos empuja en la realización de nuestros actos bajo una compulsión interna que limita la libertad.

La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea, los actos libremente realizados tras un juicio de conciencia, son moralmente buenos o malos.

La bondad o maldad de los actos humanos depende de: el objeto elegido, la intención o fin que se busca, y las circunstancias de la acción.

La persona humana se ordena a la bienaventuranza por medio de sus actos deliberados; las pasiones o sentimientos que experimenta pueden disponerle o contribuir a ello, pero en si mismas las pasiones son no buenas ni malas; sólo reciben calificativo moral en la medida en que depende de la razón y de la voluntad.

En el ser humano anida una serie de impulsos, tendencias, afectos y sentimientos que se conocen como pasiones, reconocidas como fuerzas que le ha puesto la naturaleza y que nos mueven a obrar. Esas fuerzas están desordenadas y provocan tensión en el hombre, pero es indudable su utilidad si se logra controlarlas.

El amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la ira, son las pasiones principales. Las pasiones de por sí no son buenas ni malas, pero lo son en la medida en que dependen de la razón y de la voluntad e impulsan a obrar el bien o el mal. Luego las pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y son moralmente malas si empujan a obrar el mal. Las pasiones pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios.

El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado y total de notas constitucionales psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como realidad. El hombre debe obrar de modo que produzcan deseos armoniosos más bien que discordantes.

Esta inteligencia es formal constitutiva y radical ya que a través de ella aprehende lo real sintiendo su realidad. Gracias a esta inteligencia, el hombre se comporta con todas las cosas reales, y consigo mismo, no sólo por lo que determinadamente son en sí mismas, sino que se comporta con todo por ser real y en cuanto es real: vive de la realidad. Es animal de realidades. En su virtud, el carácter de realidad del hombre es un momento determinante de su acción: el hombre actúa realmente porque es su realidad.

Antes de plantear en que consisten la bondad o la maldad morales, y cómo los actos que la persona ejecuta pueden convertirse en actos buenos ó malos, lo primero que se tiene que analizar es ¿qué clase de actos puede realizar el hombre?, ¿son todas los acciones humanas susceptibles de convertirse en moralmente buenas o malas o solamente algunas de ellas?

La voluntad es la facultad de controlarnos a nosotros mismos, de dominarnos a nosotros mismos, de hacer lo que queremos, en lugar de estar obligados a hacerlo, de modo que, como consecuencia, venimos a ser considerados como responsables de lo que hacemos. Dos cosas principales que impedirían que nuestros actos fueran voluntarios, son la ignorancia y la coacción puesto que el acto voluntario es un acto conscientemente o deliberadamente querido.

Precisamente, el hombre difiere de los animales irracionales en que es dueño de sus actos mediante su razón y voluntad, solamente estos actos de los que el hombre es dueño son los que se designan apropiadamente como humanos, para el estudio de la ética pueden distinguirse dos clases principales de actos que son ejecutados por la persona: los actos humanos y los actos de un hombre.

Actos involuntarios o actos de un hombre, esto es, los que un individuo acontece realizar, pero de los que no es dueño, que no ejecuta conscientemente o quiere deliberadamente, y de los cuales no es tenido por responsable.

Actos voluntarios o actos humanos, esto es, aquellos que el hombre domina, que controla conscientemente y quiere deliberadamente, y de los que es tenido por responsable.

Es importante señalar que los actos humanos, tomados en su conjunto, forman la conducta humana.

Ejemplos de actos involuntarios son los actos realizados durante el sueño, la locura o durante momentos de distracción, estos actos no constituyen conducta humana y no poseen significado ético.

El llevarse alimento a la boca en un estado de distracción de la mente es un acto de un hombre, pero decidirse deliberadamente a comer dicho alimento es un acto humano. Así pues, aunque es imposible tener un acto humano a menos que esté dirigido por el intelecto y la voluntad, el acto mismo así guiado puede ser, con todo, de una u otra clase. En otras palabras, un acto humano puede ser de carácter físico o mental, mientras que éste sea deliberadamente querido o no.

El acto humano es el resultado que la persona humana sabe y quiere. Su capacidad de conocer más allá de lo sensible es tarea del intelecto, y su capacidad de querer lo que sabe de un modo intelectual y por tanto de buscarlo es tarea de la voluntad.

Para que el hombre actúe, ha de empezar por estar atraído por algún bien. Cuando percibe algo como bueno, despierta en él un querer de aquello, y si ve que aquello es no sólo bueno en sí mismo, sino también bueno para él, su querer se convierte en deseo.

Un deseo podrá permanecer sin efecto, pero, si el individuo comprende además lo bueno como susceptible de ser alcanzado, su percepción intelectual mueve su voluntad hacia un acto de intención espontánea o tendencia hacia la cosa buena, esto es, hacia un extenderse para conquistar el objeto.

Como siguiente paso dirige ahora su intelecto hacia la tarea de ponderar las razones en favor y en contra de llevar a cabo su intención y los diversos conjuntos de medios con cuyo auxilio podría ser aquella ejecutada. Este acto del intelecto se designa como deliberación, cuyo resultado es el de llegar a uno de los dos juicios prácticos: "esto debe hacerse aquí y ahora", o "esto no debe hacerse ni aquí ni ahora".

Hasta aquí las condiciones han sido puestas ahora para tomar una decisión, sabe ahora perfectamente lo que debe hacer y las razones de ello, todo está dispuesto ahora para el veredicto, esto es, para el acto supremo de expresión del ser del hombre como una persona de dirección autónoma. Acepta uno u otro de los juicios prácticos alternativos del intelecto mediante una decisión de su voluntad, lo que constituye su acto de compromiso.

El juicio práctico que precede inmediatamente a su decisión y expresa la alternativa escogida es el último juicio práctico. Cada acto de la voluntad es precedido por un acto del intelecto, siendo el más importante de estos la deliberación.

La deliberación consiste en una serie de juicios prácticos en favor y en contra del curso de acción contemplado. El último juicio práctico no es distinto de la deliberación, sino que es simplemente aquel, al que la voluntad consiente aceptándolo.

La parte más importante del proceso es el consentimiento, ya que es a partir de éste el acto es una decisión de la cuál se es responsable, a partir de este momento es un acto humano, un acto voluntario.

Con lo que respecta a los sentimientos y las emociones, ciertamente desempeñan un importante papel en el proceso deliberativo, reforzando las razones en favor o en contra, por tanto intervienen fuertemente en todo acto de decisión; incluso en algunas personas sus vidas se deciden casi por completo en el plano emocional, pero es necesario precisar lo siguiente, el acto humano puede ir acompañado de emociones muy fuertes pero para que sea un acto humano, un acto plenamente voluntario, las emociones han de estar bajo el control de la persona.

Ahora bien, podría parecer que únicamente el acto interno de la voluntad misma sea el acto humano, en el sentido más estricto es así, porque es en la voluntad donde residen la elección y el consentimiento y a partir de estos el acto adquiere su carácter específicamente humano.

La persona sabe a la vez que sabe, y sabe que quiere, en efecto, es la unión de conocimiento y voluntad lo que hace voluntario a un acto, como conclusión la definición del acto humano puede formularse así: definición puede formularse así: acto voluntario es aquel que procede de la voluntad con un conocimiento del fin.

Los actos humanos son los actos libres del hombre. Los actos libres del hombre pueden ser actos moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca indiferentes. La bondad o maldad de un acto humano depende del objeto elegido, de la intención o fin que se busca y de las circunstancias de la acción.

Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sea bueno en el objeto, en el fin y en las circunstancias. Nunca, un fin bueno jamás justificaría el uso de unos medios malos, porque el acto seria malo siempre; por consiguiente, no está permitido hacer un mal para obtener un bien.

No, intervienen también las pasiones, que son impulsos de la sensibilidad, y según dependan o no de la razón y de la voluntad, hay en las pasiones bien o mal moral.

La pregunta que se sigue es la siguiente: ¿qué es lo que hace a la voluntariedad imperfecta, reduciendo el carácter específicamente humano del acto y haciendo menos responsable a la persona de su actuar? Son cinco los principales modificadores de la responsabilidad de un acto humano:

  1. Ignorancia, que afecta el conocimiento
  2. Pasión, que afecta el consentimiento de la voluntad
  3. Miedo, que opone a la voluntad un deseo contrario
  4. Fuerza, empleo real de compulsión
  5. Hábito, una tendencia adquirida por repetición

Ignorancia

La falta de conocimiento se da en diversos grados, una persona capaz de conocimiento podrá tener o no la obligación de tenerlo, por ejemplo un capitán de barco o un médico no necesitan saber música o arqueología; semejante ignorancia meramente negativa no tiene trascendencia ética.

En cuanto a la culpabilidad de la ignorancia vencible, esta dependerá de la cantidad de esfuerzo dedicado a superarla, y la cantidad del esfuerzo que se requiere también depende de la importancia de la cuestión y de la obligación que se tenga de poseer dicho conocimiento.

La ignorancia vencible no destruye la responsabilidad, pero la disminuye. La persona sabe que es ignorante y que puede obtener el conocimiento. Dejando deliberadamente de realizar el esfuerzo suficiente permanece en la ignorancia, pero los efectos que se siguen de su ignorancia son voluntarios en cuanto a causa, porque son una consecuencia prevista. El caso de un cirujano que consciente de no poseer conocimientos suficientes para una operación difícil la lleva a cabo de todos modos y mata al paciente; aunque no quería que el paciente muriera, es evidente que lo expuso deliberadamente a un peligro grave e innecesario, siendo responsable, por consiguiente de la muerte.

Pasión

Se entiende como pasión un movimiento muy fuerte del apetito sensible, los términos clásicos utilizados por diferentes autores son deseo y concupiscencia pero parece más apropiada la palabra pasión.

Las pasiones podrán surgir espontáneamente antes de que la voluntad haya actuado, cuando un objeto es presentado a los sentidos el apetito sensible reacciona casi automáticamente mediante sentimientos repentinos de alegría, enojo, odio, congoja, vergüenza, compasión, disgusto y otros por el estilo, cuando estas emociones se experimentan muy fuertemente es lo que entendemos por pasiones.

Un estado de pasión deliberadamente provocado o fomentado es voluntario en sí mismo. Por consiguiente el acto que resulta de la pasión es voluntario, ya sea en sí mismo o en su causa. Por ejemplo un individuo que cavila intencionadamente sobre un insulto, con objeto de realizar un acto de venganza, se sirve de la pasión como medio y de la venganza como fin, siendo tanto la venganza como su pasión voluntarias en sí mismas.

Miedo

El miedo es la aprehensión de un mal inminente. Puede ser una emoción y en este sentido el miedo es una de las pasiones y sigue las reglas de cómo la voluntariedad del acto se ve influenciada por la pasión. Pero existe también el miedo intelectual, este consiste en la comprensión de una amenaza de mal y ante éste una respuesta de la voluntad para evitar dicho mal mediante acciones racionalmente concebidas, esta clase de miedo puede o no estar acompañado de algún componente emocional.

Los actos realizados bajo coacción e intimidación tienen el miedo como motivo. Estos actos son extorsionados bajo la amenaza de males que serán inflingidos por otra voluntad humana sin embargo los actos realizados bajo coacción e intimidación son actos responsables, porque la persona pudo haber resistido y aceptado las consecuencias.

Fuerza

La fuerza es el poder físico externo que hace que alguien realice algo contra su voluntad. En el lenguaje común, el que cede a una amenaza de violencia se dice que se vio forzado, aunque no se trate, en realidad, de fuerza, sino de miedo y la voluntariedad de la persona ha de juzgarse de acuerdo con las normas del miedo.

La fuerza afecta solamente los actos externos y no el acto interno de la voluntad, en donde radica la voluntariedad del acto humano, se puede seguir queriendo lo opuesto, por muy violentamente que se vea forzado alguien a realizar un acto.

Hábitos

Se puede definir el hábito como una forma constante de actuar obtenida mediante repetición del mismo acto. Una vez adquirido el hábito, los actos resultan de él en forma espontánea y casi automática, de modo deliberación se hace innecesaria.

Si una persona se propone adquirir un hábito deliberadamente el hábito es voluntario en sí mismo, y los actos que de él resultan son voluntarios en sí mismos; si es que se ejecutan con la intención de adquirir hábito, pueden ser también voluntarios en cuanto a su causa si no son intencionados pero si consecuencias previstas del hábito.

Se puede descubrir que se ha adquirido un hábito inintencionadamente, ya sea porque no se tuvo conciencia de que se había ejecutado la misma acción tan a menudo, o porque no se tuvo conciencia que determinados actos eran formadores de hábito.

En general, Santo Tomás y los escolásticos consideran únicamente como humanos aquellos actos libres y deliberados de la voluntad. Su punto de vista se basa en el análisis psicológico. Un acto libre es voluntario, es decir, que proviene de la voluntad del individuo hacia el fin buscado o, en otras palabras, es aquel que es desarrollado por la voluntad ante la bondad que según el entendimiento, tiene el objeto que se le presenta.

Los actos libres, además, aunque no se deseen, provienen, intrínseca o extrínsecamente, de la propia determinación de la voluntad. Son aquellos actos que la voluntad puede o no producir, aunque todas las condiciones del libre albedrío estén presentes para llevarlos a cabo. Por lo tanto, son aquellos actos hacia los cuales la voluntad no se decide ni por el objeto ni tampoco por la disposición que tenga en ese momento el temperamento, ni tampoco por los hábitos, sino que es determinado por las condiciones propias de sí misma

Con frecuencia se invocan las buenas intenciones para justificar una acción objetivamente mala. Hay que notar que estas intenciones no sólo no vuelven bueno un acto intrínsecamente malo, sino que no son la verdadera intención que informa el acto. ¿Por qué? Porque, no es fácil discernir cuál es esta intención, y en cualquier caso ésta no puede considerarse al margen de la intención vocacional y de las virtudes. Cuando no se hace así, muchas veces estas intenciones no son más que justificaciones.

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