SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

19 de marzo de 2008

PRACTICA DE LAS COSTUMBRES

ELEMENTOS PARA LA PRÁCTICA DE LAS COSTUMBRES Y LA MORAL CIUDADANA

LOS ACTOS HUMANOS Y LA FORMA DE HUMANIZARLOS

El hombre, como animal político que es, debe relacionarse con sus semejantes para poder sobrevivir. Estas relaciones le ubican dentro de un nivel de participación en cada uno de sus actos.

Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo que la FELICIDAD de estos es necesaria, aunque de ella nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla.

El hombre como tal requiere ser feliz. La felicidad es el disfrute de la realidad, es la posesión de la realidad a través de la búsqueda de la gratificación. La condición natural del hombre es el descontento.

Vive permanentemente resolviendo necesidades y cuando las resuelve le producen plenitud.

Existen varios generadores de necesidades:

La indigencia, determinada por la carencia de acceso a los bienes y servicios de la sociedad, imprime en el hombre la obligatoriedad de buscar mecanismos de supervivencia, como condición inherente para su desarrollo.

La ociosidad, caracterizada por la carencia de acciónes en el tiempo, genera en los individuos una constante búsqueda del quehacer cotidiano.

Este afán le está condicionando el logro de la felicidad. El empleo del tiempo, en una forma constructiva, es la base de una sociedad que progresa.

La enfermedad, caracterizada por una lesión física, mental o social, genera esquemás endebles de desarrollo. El individuo enfermo no produce y dedica toda su energía en la recuperación de su salud. La enfermedad encierra el deseo de vivir plenamente y compromete la dinámica del grupo social.

La ignorancia, definida como la carencia de conocimiento y capacidad para resolver los problemás, dificulta la buena gestión dentro del conglomerado social al cual se pertenece.

El hombre tiene que aplicar conocimiento al conocimiento como única condición de progreso y supervivencia.

La suciedad, establecida como la capacidad de rodearse de cosas inútiles que comprometen el sano vivir, produce estados de sensación de abandono e impotencia, en la construcción de ambientes más agradables que permitan aproximarse, con mayor precisión, al disfrute de la realidad.

La felicidad entendida como satisfacción, tiende a aquietar una pasión o un apetito y en éste caso tiene que ver con el bienestar ajeno. La concepción humana de la búsqueda de estados superiores, por la vivencia de fenómenos adversos, busca cohesión entre los individuos y ello hace que la presencia de nuestros semejantes no nos sea adversa.

El disfrute de la realidad es compartido por los grupos sociales y cuando hay debilidades entre sus integrantes se produce la necesidad de cooperación. La mutua ayuda como expresión de solidaridad.

De ésta naturaleza es la lástima o compasión, emoción que experimentamos ante la miseria ajena.

El que con frecuencia el dolor ajeno nos haga padecer es un hecho demásiado obvio que no requiere comprobación; porque este sentimiento, al igual que todas las demás expresiones de la naturaleza humana, en modo alguno se limita a los que tienen la capacidad para realizar actos benéficos para la sociedad, aunque posiblemente sean éstos los que lo experimenten con la más exquisita sensibilidad.

El mayor malhechor, el más endurecido transgresor de las leyes de la sociedad, no carece del todo de este sentimiento.

Al contrario del dolor ajeno, la felicidad humana depende de una determinada concepción del hombre. Su dimensión está representada en los criterios de la racionalidad y la emoción.

La racionalidad permite actos objetivos que dimensionan su calidad; la emoción produce estados alterados que desvirtúan el verdadero compromiso del ser humano, cual es el de hacer el bien.

El criterio objetivo determina su condición de sano o enfermo. El hombre es esencialmente social en el plano sicológico y en el sociológico. Quiere decir que tiene una capacidad para relacionarse y esto le produce una satisfacción verdadera.

El concepto de sano se traduce en algo bueno, el bien.

El hombre tiene capacidad de funcionamiento y equilibrio entre su propia independencia y la necesidad de los demás.

Esta necesidad lo lleva a la búsqueda de relaciones que le resuelvan sus necesidades primarias como el AFECTO y el sentimiento. La personalidad se construye de la interrelación entre el TEMPERAMENTO y el conocimiento.

Porqué decimos que una acción es mala? Todo lo que disminuye la capacidad de funcionamiento produce algo incorrecto; es la ENFERMEDAD la que determina el mal y la infelicidad.

Esto es válido para el contexto social en que se desarrolla el individuo. Dentro de las relaciones sociales se perfilan convicciones comúnes en cuestiones de CREDOS, gustos, dirección de la vida privada etc. que se convierten en COSTUMBRES.

En este campo tan fundamental, las preferencias humanas están sometidas al proceso intelectual de REFLEXIÓN, y de nueva expresión de conceptos que sin variar en lo esencial se pugna por expresar de mejor manera.

La preocupación del hombre es su bienestar y ha aprendido que lo puede lograr a través de la práctica de las costumbres SANAS.

De cada ACTO HUMANO puede hacerse una reflexión que mediante la conciencia pueda ser determinado como agradable o desagradable.

Una condición inherente a la persona es la adopción de elementos que le sean agradables y le produzcan bienestar.

Sobre ésta base construye su propia forma de vida y construye esquemás de manejo que circunscriben a un grupo en particular.

Los actos humanos son las manifestaciones de la relación del hombre con su ambiente físico, síquico y social. Cada uno de aquellos es producto del ser mismo y por eso son de su entera RESPONSABILIDAD. El hombre tiene la capacidad de decidir como actúa y como no.

En la configuración de los grupos sociales se dan elementos que identifican a cada uno de sus miembros, a través de sus relaciones sociales se fijan objetivos útiles para el grupo.

En la medida de su complejidad va adoptando normas fundamentales que enmarcan su dinámica y comprometen su desarrollo.

Una norma puede ser sancionada o afianzada en dos sentidos: a. Cuando la AUTORIDAD SUPERIOR la valida firmándola, es decir, la confirma. b. Cuando la norma recibe mayor eficacia por adición de castigos o de estímulos.

La autoridad superior se logra a través de la dignidad humana, que no es más que la capacidad del individuo de hacerse merecer.

Se hace merecer a través de la aplicación de principios que ayuden al bien común.

Tener autoridad es ser líder, el que en su trato con otro lo aumente, le hace ser más; sicológicamente, el que abre a otro posibilidades para enriquecer su personalidad y hacerla más suya, más propia, más LIBRE.

El grupo social que recibe apoyo ve en el individuo el elemento fundamental para su dirección. Gana credibilidad y genera las bases para el liderazgo.

La aplicación del conocimiento y de la PRUDENCIA son las estrategias para llegar a las personas.

A pesar de los diferentes tipos de relaciones sociales pueden definirse dos grandes ramás: Relaciones que producen nexos de solidaridad o relaciones de oposición.

Una u otra apuntan al mismo objetivo del desarrollo humano: La búsqueda del bienestar y la justicia. Existen caminos diferentes para llegar a, y ello hace la interdependencia de aquellos elementos.

La práctica común de los actos humanos está supeditada al grado de conocimiento que se manifieste y a su magnitud frente a la a la expectativa que maneja el grupo.

El hombre genera un impulso sentimental frente a una CONDUCTA o a una costumbre. Esto solo es una fuerza pero no una SANCIÓN.

Tampoco son sanción los motivos de esperanza y temor (agradables o desagradables, ni el mandamiento de poder superior.

La armonía en las relaciones humanas es uno de los retos permanentes que maneja el hombre. Sus actos giran en torno al alcance y la calidad del deber de cada persona para con los demás.

Los grupos sociales crean leyes y códigos de conducta. Toda persona quiere que se le trate con honradez, con respeto, consideración, justicia y amabilidad.

Eso es lo que esperamos de los demás y es lo que representa el dominio de las relaciones interpersonales.

Si bien es cierto que el entendimiento entre las personas es un factor determinante en la disminución de los conflictos, persiste la idea de la búsqueda de los elementos perdidos o arrebatados que le dan cohesión al grupo.

En ésta búsqueda se generan, a menudo, prejuicios (hacer dictamen antes de...). Los prejuicios y los estereotipos se aprenden desde una edad temprana. Es algo que se va asimilando inconscientemente. Los niños pueden adquirir prejuicios nacidos del FANATISMO, el que defiende con celo desmedido opiniones o creencias, y esto hace que su conducta futura tenga este componente.

EL FANATISMO

Aquellos que viven aprendiendo o asimilando esquemás o estructuras mentales, ajenas a la realidad científica, solo viven logrando verdaderas confusiones en la forma de administrar la vida.

La acumulación de experiencias sensoriales, supuestas y muchas veces mágicas abonan el terreno para la práctica del fanatismo.

El fanático defiende con exceso de celo, creencias u opiniones religiosas, y fantásticas. Vive entusiasmado ciegamente por una cosa y esto le produce desorientación.

Todo vestigio de fanatismo le quita la posibilidad de un actuar en forma propia que le permita construir una alternativa más racional de vida.

El fanatismo se construye sobre la convicción de que lo que ocurre ha de suceder inevitablemente.

La libertad del hombre se cuestiona y se destruye en aras de la sujeción y la sumision a la voluntad de los dioses.

El hombre aparece como titere movido por los caprichos de los dioses y con la obligación de rendirles tributo.

Sobre la base anterior se construyen esquemás artificiales que son consecuencia de la mezcla de lo fantástico con aspectos específicos de la realidad de la época.

La posesión vehemente de creencias y la obsesión de su práctica es producto de mentes insanas, inseguras y pusilánimes.

Abandonada toda capacidad de raciocinio y de libre pensamiento, solo se someten a ser guiadas peligrosamente por medio de modelos enfermizos que aparentan producir una solución, y es éste el sofisma que sirve de estímulo a los posibles adeptos.

El hombre debe aprender a no dejarse manipular mentalmente, debe desarrollar su propio criterio y actuar conforme.

No es posible aceptar ideas que conduzcan al fanatismo, porque el hombre pierde su libertad de pensar y de construir de acuerdo con su personalidad y carácter.

El fanatismo es el arma de las personas débiles y vulnerables. Compromete el ego y la alteridad del hombre en aras de su manejo con fines de manipulación y sometimiento.

Produce una sensación de fuerza de convicción y lleva al hombre a la realización de actos humanos sesgados, que desfiguran las condiciones de bondad de ellos.

Mediante prácticas que se hacen aparecer como científicas, el hombre logra insertar conceptos que comprometen el criterio propio de decisión, y generando una verdadera técnica de manipulación del acto humano.

En aras de supuestas instancias superiores o en afán de producir desequilibrio en el comportamiento humano, las personas pueden hacer creer sobre una supuesta fuerza que les asiste.

El débil es presa permanente de esta situación y somete en forma inconsciente su vida y su modus operandi en aras de los intereses de los que poseen aquella fuerza.

Los estereotipos son instrumentos de conveniencia para justificar un odio o aversión ya adquirido contra un grupo particular.

Debemos comportarnos con los demás en la misma forma como quisiéramos que ellos se comportaran con nosotros.

Para controlar o evitar el estereotipo, el prejuicio y el fanatismo deben generarse una estrategia que incluya:

El interés por conocer a las personas que son diferentes.

El aprender a respetar las diferencias que hay entre las personas.

El considerar a cada persona como un ser único.

El no echar la culpa a los demás por las cosas que salen mal.

La tendencia a no reconocer la culpabilidad personal siempre ha estado profundamente arraigada en la naturaleza humana. El concepto de culpa por haber cometido un error afecta el comportamiento frente a la toma de decisiones y es aquí en donde la responsabilidad personal entra en juego. Por medio de la responsabilidad se está obligado a satisfacer por el daño causado, a garantizar en forma individual por la magnitud del daño.

Existen factores externos que influyen en la conducta humana. Por ejemplo, se ha comprobado que ciertas personas nacen con características que las hacen propensas al alcoholismo. Los niños inocentes que nacen de madres adictas llegan al mundo con un hábito adquirido.

El medio, la crianza, y otros factores externos influyen en el modo de ser y en la conducta de las personas. Y como no hay dos seres humanos que sean iguales, todos tenemos que bregar con diferentes combinaciones de puntos fuertes y puntos débiles.

El hombre debe aprender a discernir aquellos factores que están modificando su conducta y gestionar estrategias para modificarlos, aplicando el criterio de bondad.

Con todo, las presiones del medio no reemplazan nuestra responsabilidad personal por las consecuencias de las decisiones que tomamos. No deja de ser cierto, sin embargo, que la influencia del medio puede facilitar o hacer sumamente difícil la toma de ciertas decisiones. Esta es una realidad de la vida que todo ser humano debe afrontar.

Las decisiones deben tener acierto y unas condiciones de calidad, miradas desde el punto de vista del bien común.

Cualquier afectación de éste, genera una responsabilidad. Sin importar cuales sean las circunstancias que hayan producido en el los puntos fuertes y los puntos débiles que le son peculiares, tiene una naturaleza que lo impulsa a hacer o a pensar lo indebido. Y estos impulsos son los que debe aprender a controlar.

Debe procurar actos de bondad y de hacer lo que es correcto.

La acción humana debe estar precedida de la honradez. El que procede o lo hace con rectitud está generando su propia credibilidad dentro del grupo social al cual pertenece.

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