SOMOS POLVO DE ESTRELLAS

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19 de marzo de 2008

SIGNIFICADO DE LA MORALIDAD

SIGNIFICADO DE LA MORALIDAD

La moralidad es la calidad de los actos humanos en cuya virtud los designamos como buenos o malos, como acertados o erróneos. Se trata de un término común relativo a la bondad o la maldad de un acto humano, sin especificar a cuál de los dos se refiera.

El opuesto de lo moral es propiamente lo no moral, términos que indican que el acto no tiene significado moral en absoluto, que simplemente no se refiere a la moral. La palabra amoral se utiliza también en este sentido, pero se aplica con mayor frecuencia a personas faltas de un sentido de responsabilidad moral.

Puesto que palabra inmoral significado moralmente malo, indica un acto que posee una calidad moral definida (un acto malo). Si se lo opone claramente a lo inmoral, el término moral significa moralmente bueno. Así, pues, moral e inmoral son contradictorios, porque toda cosa tiene o no tiene alguna referencia con la moral; moral e inmoral son contrarios, por cuanto marcan los extremos del bien y del mal en el campo de la moral, excluyendo lo moralmente neutro o insignificante.

Al juzgar la moralidad de un acto humano podemos tomar en cuenta las peculiaridades subjetivas del agente y considerar el acto como condicionado por su conocimiento y su consentimiento, por sus antecedentes, su preparación, sus prejuicios, su estabilidad emocional y otros rasgos personales.

La moralidad en su integridad incluye aspectos tanto subjetivos como objetivos. No tiene caso preguntar cuál sea más importante. En efecto, a menos que los actos posean una bondad o maldad propias, con las que el juicio de la conciencia debería estar de acuerdo, el juicio de cualquiera es tan bueno como el de cualquier otro, y la ética se convierte en una mera relación de opiniones.

La ética en cuanto estudio pone el acento en la moralidad objetiva. Pero es el caso que cada uno ha de vivir su propia vida, ha de rendir cuentas de sus actos tales como los vio, y se le tiene como bueno o como malo según su sinceridad en cuanto a seguir su conciencia, inclusive si sus juicios morales fueron objetivamente erróneos. En este sentido la moralidad subjetiva es principal.

La educación moral

A través de los tiempos, las sociedades han reconocido la necesidad de instruir a la próxima generación para transmitirles los conocimientos y habilidades. La historia documentada, desde mucho tiempo antes de la era actual, recalca que la educación también debe formar el sentido moral.

La educación moral inculca los hábitos de pensar y actuar que ayudan a las personas a convivir y trabajar juntas como familia, amigos, vecinos, comunidades y naciones.

La educación moral es un proceso de aprendizaje que permite comprender, practicar e interesarse por los valores éticos fundamentales tales como el respeto, la justicia, la virtud cívica y la ciudadanía, y la responsabilidad por sí mismo y por el prójimo. Sobre tales valores fundamentales, se forman las actitudes y las acciones que son propias de las comunidades seguras, saludables e informadas que sirven como los cimientos de nuestra sociedad.

En la sociedad, la educación moral debe abordarse de manera integral de modo que se abarquen las cualidades emocionales, intelectuales y morales de una persona y un grupo.

Debe ofrecer múltiples oportunidades a las personas para conocer, discutir y practicar conductas sociales positivas. El liderazgo y la participación de los individuos son imprescindibles para que la educación moral se incorpore a las creencias y las acciones de los estudiantes.

Para lograr implementar la educación moral, hay que alentar a:

· Asumir un papel protagónico, para identificar y definir los elementos morales que se necesitan enfatizar;

· Dar capacitación al personal sobre cómo integrar la educación moral a la vida y la cultura.

· Formar una alianza imprescindible entre los integrantes de modo tal que los individuos reciban un mensaje consecuente sobre las características morales que son esenciales para triunfar en la escuela y la vida.

La conciencia

La conciencia es el conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo. Es la capacidad de discernir entre el bien y el mal a partir del cual se pueden juzgar los comportamientos.

Es un juicio de la razón mediante el cual la persona examina la bondad o malicia de una acción en razón de la relación de ésta con la norma moral universal, de suerte que todo hombre esté en situación de realizar en el modo singular e irrepetible que le es propio, las exigencias de la verdad objetiva de su ser personal como tal. (C. Caffarra)


Es la capacidad de percibir el bien y el mal y de inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y

Evitar el mal. La conciencia es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho.


La conciencia formada rectamente garantizará la realización personal. En cambio, una conciencia deformada donde se anidan la doblez, la insinceridad y la hipocresía, se convertirá en fuente de división interior, de tinieblas, de zozobra y de fracaso.

La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al actuar, si lo que hacen esta bien o mal. Este conocimiento intelectual de nuestros propios actos es la conciencia.

La conciencia es un juicio de la razón por el que el hombre reconoce la bondad o maldad de un acto. Por ejemplo dice: soy consciente de que este detalle con mis padres es bueno.

Para emitir un juicio de conciencia sobre el bien y el mal de un acto, se necesita una inteligencia que juzgue, y un conocimiento previo que sea la base en que se apoya este juicio moral. Algo similar sucede cuando el entendimiento dictamina sobre la verdad de algo. Por ejemplo, al escuchar: las vacas vuelan, la razón emite un juicio inmediato que dice: falso. Este juicio está basado en el conocimiento previo de vacas y vuelo.

El juicio de conciencia se basa en el conocimiento de la naturaleza humana y de lo que le conviene. Esta sabiduría se adquiere a partir de la propia naturaleza humana quien reclama un modo de actuar que suele llamarse ley natural.

Funciones de la conciencia

· Percibir el bien y el mal como algo por hacerse o evitarse.

· Impeler a hacer el bien y evitar el mal, fuerza que lleva a la acción. En el primer caso sentirá la fuerza para elegir: no voy, mientras que en el segundo dirá: voy.

· Emitir juicios sobre la bondad o maldad de lo hecho; en la conciencia bien formada habrá aprobación y paz subsecuentes al hecho de haber elegido objetivamente el bien, o sobrevendrá el remordimiento y la desaprobación si no eligió conforme al juicio de su conciencia.

Es innegable que la inteligencia humana tiene un conocimiento de lo que con toda propiedad puede llamarse los primeros principios del actuar: hay que hacer el bien y evitar el mal, no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros, la conciencia, juzga sobre los actos concretos; el acto de la conciencia es, por tanto, el juicio en que esos principios primeros o los deducidos de ellos se aplican a las acciones concretas.

Un ejemplo:

· Las mentira no está permitida. Esta explicación de mi conducta es una mentira. Luego esta explicación de mi conducta no está permitida.

· Los errores peligrosos han de corregirse. El error que acabo de cometer es peligroso. Luego el error que acabo de cometer ha de ser corregido.

· Aquello que no pertenece a nadie puede guardarse. El objeto que acabo de encontrar no pertenece a nadie. Luego el objeto que acabo de encontrar puede guardarse.

Naturaleza de la conciencia

Desde el punto de vista psicológico, la conciencia es el conocimiento íntimo que el hombre tiene de sí mismo y de sus actos. En moral, en cambio, la conciencia es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o maldad de un acto.

· juicio: porque por la conciencia juzgamos acerca de la moralidad de nuestros actos;

· práctico: porque aplica en la práctica es decir, en cada caso particular y concreto lo que la ley dice;

· sobre la moralidad de un acto: es lo que la distingue de la conciencia psicológica; lo que le es propio es juzgar si una acción es buena, mala o indiferente.

Este juicio de la conciencia es la norma próxima e inmediata, subjetiva, de nuestras acciones, porque ninguna norma objetiva, la ley, puede ser regla de un acto si no es a través de la aplicación que cada sujeto haga de ella al actuar.

El acto de la conciencia, juicio práctico, sobre la moralidad de una acción puede intervenir de una doble forma:

· Antes de la acción nos hace ver su naturaleza moral y, en consecuencia, la permite, la ordena o la prohíbe.

· Después de la acción el juicio de la conciencia aprueba el acto bueno llenándonos de tranquilidad, o lo reprueba, si fue malo, con el remordimiento.

Conviene aclarar que cuando la conciencia actúa después de la acción no influye en su moralidad, y si se diera el caso de que sólo después de realizado un acto el hombre se diera cuenta de su inmoralidad. Sería una acción materialmente mala, pero no imputable.

REGLAS FUNDAMENTALES DE LA CONCIENCIA

No es lícito actuar en contra de la propia conciencia

La conciencia es la norma próxima de la moralidad de nuestros actos. Actuar en contra de lo que dicta la conciencia es, en realidad, actuar en contra de uno mismo, de las convicciones más profundas, y de los primeros principios del actuar moral.

Actuar con una conciencia dudosa

Es necesario salir antes de la duda. De otro modo, el sujeto se expone a cometer voluntariamente un acto indebido.

Obligacion de formar la conciencia

Sí la conciencia se equivoca al juzgar los actos por descuidos voluntarios y culpables, el agente es responsable de ese error. La conciencia no crea la norma moral, sólo la aplica.

LOS ESTADOS DE LA CONCIENCIA

Los estados de la conciencia se dividen en tres rubros:

Por razón del objeto. Estado de conciencia verdadera: juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad. Estado de conciencia errónea: juzga la acción en desacuerdo con ellos

Por razón del modo de juzgar. Estado de conciencia recta: juzga con fundamento y prudencia. Estado de conciencia falsa: juzga sin base ni prudencia.

Por razón de la firmeza del juicio. Estado de conciencia cierta: juzga sin temor de errar. Estado de conciencia dudosa: juzga con temor de errar o ni siquiera se atreve a juzgar.

Conciencia verdadera y errónea

La verdad es la adecuación del entendimiento a la realidad de las cosas. Cuando esa adecuación falta, se produce el error. Por consecuencia, la conciencia verdadera será aquella que juzga en conformidad con los principios objetivos de la moral, aplicados concretamente al acto, y la conciencia errónea ser la que juzga en desacuerdo con la verdad objetiva de las cosas.

Conciencia recta y falsa

La conciencia es recta cuando juzga de la bondad o malicia de un acto con fundamento y prudencia, a diferencia de la falsa, que juzga con ligereza y sin fundamento serio.

No debe confundirse la conciencia recta con la verdadera. Un sujeto actúa con conciencia recta cuando ha puesto empeño en actuar, independientemente de que acierte, conciencia verdadera, o se equivoque, conciencia errónea. Se puede juzgar con rectitud aunque inculpablemente se esté en el error. Es decir, es compatible un juicio recto hecho con ponderación, estudio, etc. con el error invencible.

La conciencia es recta si el criterio de división es en razón del modo
de juzgar el acto, es decir cuando juzga el acto en cuanto a la bondad o malicia del mismo
con fundamento y prudencia. La conciencia es falsa cuando se ha evaluado el
acto con superficialidad y carente de razonamiento bien fundamentado.

Formación de la conciencia

Como la conciencia aplica la norma objetiva la ley moral a las circunstancias y a los casos particulares, se deduce con facilidad la obligación indeclinable que tiene el hombre de formar su propia conciencia.

La conciencia es susceptible de un mejoramiento continuo, que esta en proporción al progreso de la inteligencia: si ésta puede progresar en el conocimiento de la verdad, también pueden ser más rectos los juicios morales que realice. Además, este juicio moral que realiza la inteligencia necesariamente se tiene que adecuar al progresivo desarrollo del acto humano, lo que hace que la conciencia se vaya formando también de esa misma manera progresiva.

Por otra parte, la experiencia muestra que no todos los hombres tienen igual disposición para el juicio recto, influyendo en esto también circunstancias puramente naturales enfermedad mental, ignorancia, perjuicios, hábitos, etc. Es necesario, por tanto, que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios morales verdaderos y ciertos, es decir, ha de adquirir, mediante la formación una conciencia verdadera y cierta.

La necesidad de la formación de la conciencia:

La necesidad de la formación viene también pedida por la naturaleza del juicio de conciencia, dependiente, como ninguno, de las disposiciones morales del sujeto; por ser una actividad moral, exige la rectitud de la voluntad.

Sin una conciencia cierta y verdadera, no es posible una vida recta. Y es difícil hablar de rectitud moral, cuando se hace de la conciencia una válvula de escape para la propia comodidad y justificación de los actos personales.

La dignidad de la persona humana.

Toda persona es digna de respeto y consideración, por ser persona humana, no sólo por sus títulos o posesión de fama y bienes; por eso toda persona es digna de respeto, porque este es un deber y una obligación cívica y social. Quien no sabe respetar los valores y la dignidad de los demás, no es persona digna de vivir en sociedad, porque esto exige hacerse consciente de sus deberes y responsabilidades frente a sí mismo, a los demás y a la naturaleza.

Para hacer digno el hombre, tiene que ser responsable frente así mismo lo cual implica valorizarse y personalizarse. Personalizarse quiere decir, que se toma como persona consciente y responsable; que está en capacidad de cumplir los deberes que le exige su propia vida y la sociedad; que tiene una voluntad capaz de controlar y dirigir sus instintos para no perjudicar a nadie con ellos, en sí, que es una persona capaz de valorar y dirigir su actuación en forma responsable.

El hombre frente a los demás, también tiene deberes y responsabilidades, lo cual consiste en valorar y respetar a los demás como a sí mismo, reconociendo que hay que respetar su libertad, sus bienes y sus costumbres. Para tener este comportamiento con los demás, es necesario valorarse como persona humana, y ser persona humana consiste en ser justo, tanto consigo mismo, como con los demás, pero, claro está, cuando la persona se valora bien a sí misma también sabe valorar a los demás. Esto es lo que significa socializarse. Y socializarse es adaptarse a la comunidad en que vive, contribuyendo a su proceso y desarrollo, es hacerse consciente de la comunitariedad.

Una tercera condición se refiere al hombre contra al mundo, esto es, frente a su medio circundante. Este medio también exige del individuo, adaptación y responsabilidades, lo cual impone los siguientes deberes en cumplir:

· Responsabilidad en su trabajo y estudio

· Responsabilidad ante la Patria y sus Leyes

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